La cita para la audición de “La Academia: Última Generación” fue el martes 22, pero muchos aspirantes -con amigos y familiares- acamparon desde la noche del sábado 19 en los patios de la institución municipal, aunque al día siguiente hubieron de ser desalojados a la calle, por cuestiones de limpieza: “Hacían sus necesidades donde podían”, reveló a ZETA un guardia de seguridad del recinto.
Ya para el día del casting, las calles aledañas a la Casa de la Cultura fueron cerradas al paso vehicular por patrullas. Carpas, bolsas de dormir y baños portátiles convirtieron en campamento unas dos o tres cuadras. Más que eso; aquello terminó en una verbena popular, con puestos de tacos, tortas, menudo, jugos, música a todo volumen desde los carros y palomazos de los aspirantes a estrellas. También fueron días buenos para los vecinos y negocios de alrededor. Vendieron mucho más, y cobraron para usar sus sanitarios y regaderas.
A las ocho de la mañana, la fila de concursantes ya daba la vuelta a toda la manzana. Eran más de mil personas, y no dejaron de llegar en todo el día. “Tengo muy claro que no voy a ganar, es que es muchísima gente…”, comentó resignada una joven de Caborca, Sonora. En cambio, para otros la esperanza era más fuerte: “Mi hija tiene 17 años, le ha cantado al gobernador, ya ganó un concurso en Guasave y el jurado le dijo que después de Lola Beltrán no habían oído otro falsete igual”.
Porras, gritos y pancartas -a la usanza mexicana- no faltaron. Tampoco las bromas y el humor negro: “Si ustedes quieren llegar lejos… ya están muy lejos”, “Me van a salir más hongos en los pies…”, “Hey, güey, enfoca la cámara para acá, para mi minuto de fama…”, “Le vendo mi lugar barato, anímese”, se oía entre los jóvenes. Mientras tanto, una mujer de la producción de TV Azteca se trepó a una silla, tomó el altavoz de una patrulla municipal y prometió a la audiencia: “Todos van a pasar, hasta la última persona”. A las diez de la mañana, el primer aspirante ingresó a su prueba.
Jugarse la “lotería”
“¿De cuánto tiempo dispongo?” preguntó una chica en su prueba con la maestra Lula Ross. “Eso de de ti depende… pueden ser cinco segundos ‘o 30 segundos…”, le respondió ésta. Y así, hasta 24 horas de espera se esfumaban en un minuto. Los nervios, o simplemente la falta de talento, ponían fin al sueño en un parpadeo.
El talento y la excelente voz no son suficientes. La suerte, “la buena estrella” es un factor determinante. Estamos hablando de más de 100 mil personas que han audicionado en el Distrito Federal, Guadalajara, Veracruz, Guatemala, Los Ángeles, Tijuana y Culiacán. Una lotería en la que el volado se echa desde el momento en que toca determinado juez.
Uno más intolerante, aquel más parco, otro en plan aleccionador, uno muy estricto; aunque los criterios de selección son unánimes, el estilo de cada juez determinó el destino de los jóvenes cantantes. El primer filtro fue maratónico, casi aleatorio, donde por unos segundos había que demostrar el talento y pasar a un segundo filtro. Solamente uno o dos -o de plano ninguno- de cada diez lograba traspasar el primer plano.
“Ya me demostraste que tienes voz, ahora muéstrame tus sentimientos”, “¿Sí sabes sonreír? Pues cambia tu rostro”, “El micrófono funciona perfectamente, no tienes que gritar…”, “Estás bien, tienes una cara angelical, pero haces aburrida la canción, suelta el sentimiento”, fueron algunas de las observaciones que el productor musical José Luis Villarreal hizo a los participantes.
En todos los casos, con los jueces, la petición recurrente era que interpretaran canciones más juveniles (temas de José José o Marisela se oyeron miles de veces a lo largo de toda la jornada) o que cambiarán de un género a otro. Mas Villarreal, a diferencia de sus colegas, se tomaba un poco más de tiempo para orientar a los aspirantes a artistas: “Yo prefiero que los chavos se vayan con una experiencia, que se vayan con un mensaje: ‘tengo que prepararme’, ‘tengo que ser mejor’, ‘me dieron la oportunidad de expresarme’. O sea, que se vayan realmente conscientes de qué fue lo que les falló”.
Pero no con todos los jurados fue igual. Más tajante y sin ninguna explicación, el director artístico de Azteca Music y ex director de “La Academia”, Juan Carlos Alonso, “despachaba” a los concursantes en los primeros versos de una canción con un simple “¡Gracias por venir!”. Para él no vale la pena invertir más tiempo en ese proceso: “Porque yo me doy cuenta cuando arranca una voz, que esa voz no me va a llevar a ningún lado. Entonces yo soy más, digamos no tajante, soy más exacto, porque mi oído está entrenado exactamente para lo que quiere buscar”.
En cambio, la maestra de canto Lula Ross, calificada como más blanda, o a la que sus compañeros acusan que a veces “le tiembla la mano” para descalificar a alguien, reconoció que a veces le gana el corazón, pero en esta Última Generación han priorizado la excelencia: “Estamos más duros, sí estamos más exigentes, porque la verdad queremos que esta sea una ‘Academia’ ¡wow! Yo me imagino siempre a los alumnos que me llenen el escenario de ‘La Academia’. Hay mucha gente que tiene una voz maravillosa, pero te canta sin transmitir absolutamente nada, totalmente fríos”.
Luego entonces las expresiones que se le escucharon a Lula para con los aspirantes fueron: “La voz la tienes de sobra, pero no me das la canción” o “Éste no es un casting de voz, es de muchas cosas”.
Por su parte, el director vocal Beto Castillo, combinaba varias posturas frente a los jóvenes, hablando más coloquial, de tú a tú, conversando sobre aspectos como el nombre, ciudad de origen y dando amablemente consejos técnicos sobre canto, o reprimiendo con dureza cuando así lo ameritaba: “¿Cuánto tiempo estuviste haciendo fila, un día? ¿Valió la pena esperar desde ayer para esto?”. Alguna participante tuvo la ocurrencia de decir que no venía preparada, a lo que Castillo exclamó: “¡Es una falta de respeto la tuya!”.
Para el director vocal, bastan unos pocos segundos para hacer un juicio certero sobre las aptitudes de los aspirantes a alumnos de “La Academia”: “Desde el principio, desde que se presentan, ya ve uno la actitud con la que llegan; eso es muy importante. En segundo lugar, si ellos llegan y me dicen voy a cantar algo y empiezan con un aggghhh (imita una voz desafinada), pues ya con esos dos segundos ya sabe uno que no están cantando bien; pero ¡ojo!, muchas veces no es que no canten bien o no sean talentosos, sino porque no controlan el nervio. Pero finalmente para eso es el casting, porque imagínese, si ellos no controlan el nervio ahorita, no van a poder estar parados frente a un público, frente a las cámaras de televisión, frente a un panel de críticos. La apreciación que hacemos no sólo es que canten bien, sino ver la materia prima, cómo controlan sus nervios, su interpretación, la selección del repertorio, cómo se conducen… ¡vaya!, una serie de cosas”.
Para “los elegidos”
Pocos, muy pocos, de los jóvenes que audicionaron en Tijuana, llegarán hasta el casting final en el Word Trade Center de la Ciudad de México, a efectuarse los días 28, 29 y 30 de julio. De 10 mil aspirantes, 40 pasaron hasta el tercer filtro. En esta etapa, que es la más difícil y exhaustiva, donde se le pide al aspirante agotar todos sus recursos, sólo 13 de ellos (tres de Tijuana) estarán en la eliminatoria nacional. Este año, a diferencia de otros, “La Academia” ha seleccionado a menos concursantes. Por ejemplo, si antes se llevaban hasta 40 alumnos por sede, en esta ocasión los más que han escogido son 21 en Guadalajara. En Veracruz eligieron a 12 y en Los Ángeles sólo a 10.
En nuestra ciudad, cerca de 400 habían logrado pasar del primer filtro al segundo. Ambas fases se realizaron al mismo tiempo en la Casa de la Cultura, hasta pasada la media noche, dada la cantidad de chicos que llegaron. Más reducido aún fue el número de los que lograron llegar al tercer filtro, celebrado el miércoles 23 en un hotel de esta ciudad.
Ahora los críticos están más estrictos, aunque para el maestro Beto Castillo todo está en ser más realistas. Antes le daban la oportunidad una, dos o hasta tres veces a un alumno, si éste demostraba “algo”, aunque desafinara o estuviera muy nervioso. “Pasábamos a esa gente que teníamos dudas que si podía o no, la pasábamos todavía al filtro nacional. Ahora no estamos haciendo eso, sólo los que estamos seguros que tienen talento”, comentó.
Ante tantos filtros y diferentes actitudes de los jueces, no puede dejar de pensarse que la suerte, o la buena fortuna, es determinante para aquellos que habrán de llegar a la meta final. Aunque las opiniones de los jueces a este respecto se dividen. Para Castillo hay diferentes “estilos” entre ellos como jurados, pero no criterios; por ello descarta el factor suerte: “Porque el consejo se lo das después de que cantan, no antes, entonces el criterio es el mismo. Igual que usted -ejemplifica-, usted y aquel son compañeros de prensa, y todos tienen su estilo diferente de entrevistar, aunque el criterio es buscar la mejor nota para su medio ¿no? Es lo mismo”.
El estricto Juan Carlos Alonso tiene la misma perspectiva: “El factor suerte no importa aquí. Aquí lo que hay es talento, y cuando una persona tiene talento, lo demuestra”. Y hasta el mismo ejemplo acuña: “Es como tú; si no supieras preguntarme en la manera en que estás ideando tu nota después de esta entrevista, sobre qué es lo más interesante y me empezaras a hacer preguntas a lo loco, pues no estás seguro de lo que estás haciendo, y entonces a lo mejor sería una suerte que yo te dé una respuesta o no. Al contrario, tú me haces preguntas para que yo te dé respuestas que a ti te sirvan, y no son de suerte, es tener el colmillo de saber preguntar para que yo te conteste. Aquí es igual. Llevo 25 años como director musical”.
La maestra Lula reconoce la existencia de la suerte, pero finalmente se queda con las otras virtudes que se pueden agregar al talento y a la buena voz. Mientras que el maestro José Luis Villarreal no descarta la buena fortuna que pueda implicar todo el proceso: “Mira, yo creo que en la vida aparte de talento hay que tener suerte. Es un factor determinante en muchas personas. En los hombres de negocio hay gente que decimos ‘qué suerte tiene este cuate, todo las cosas le salen bien’. Yo creo que ese es un factor que definitivamente se suma a los otros talentos”.
Talento, carisma, suerte; el caso es que de los miles de jóvenes que audicionaron en esta ciudad, el maestro Castillo pronosticaba que sólo quedarían cuatro o cinco, para que los tijuanenses nos sintamos realmente orgullosos de nuestros representantes: “Queremos gente de calidad, no a lo loco; que realmente digan ¡wow!, no se trata de cantidad sino de calidad, para que ustedes realmente los sigan con interés”.
* JUAN CARLOS DOMINGUEZ