Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez
Qué placentera la Ciudad de México, pero sin gente. Bueno, lo que pasa es que la aglomeración y hacinamiento la vuelven amorfa. Es bella la capital del país, concretamente lo que es el Centro Histórico, pero al amanecer y en las primeras horas de la mañana de un fin de semana (domingo de ser posible). Sin la muchedumbre, ni puestos ambulantes, ni automóviles; caminar por esas calles en la quietud y el silencio es casi mágico, se ve, se siente, la majestuosidad, el misticismo que se encierra en esos edificios y fortalezas. Entonces sí, aunque suene a cliché, entiendes a plenitud aquello de “La Ciudad de los Palacios”.
Metro Allende: Ocho de la mañana, entras y lo primero que ves es a un limosnero. Por supuesto, los ves en todas partes. Pero la que ahora estira la mano es una viejita, el pelo completamente cano (blanco, no plateado), cabecita de algodón, y en pleno 10 de mayo; y hasta el más adusto o maldito se descuajaringa ante la imagen.
Conociendo a los chilangos, sospechas aquello como un montaje ad hoc con el día que se festeja. La anciana no se ve tan tirada a la calle, está limpia y su ropa decente, pasa media hora y ya no aguanta estar de pie, pide dinero sentada en una sillita con diseño tipo “Ikea”. La gente en su acelere apenas la ve.
La estación del metro como nunca la ves, en el vacío y la calma, hasta lo disfrutas. Es como una tregua. Los pasillos y túneles desolados, amplios, despejados. Los policías auxiliares que ahora abundan en las estaciones del metro, con su aspecto severo y muchos de ellos montados en una especie como de taburetes, disfrutan de la tranquilidad previa al pandemonio en que aquello se convertirá en unos cuantos minutos. Los trabajadores de fin de semana y los trasnochados, transitan silenciosos, ya habrá tiempo para dormir en los vagones (hasta termina uno por acostumbrarse a dormitar parado). Y de repente, el silencio se rompe con las notas musicales del sonido ambiental. Es “Kumbala” de la Maldita Vecindad; y gana la identidad urbana, achilangada y cumbianchera; puro sentimiento, a los policías se les doblan las piernitas y bajan de sus taburetes.
Un Distrito Federal más seguro, ¿será? El caso es que durante toda la madrugada se ven patrullas circulando con los códigos encendidos, hasta dos o tres unas detrás de otras, dándole vuelta a una sola glorieta. Claro, la vista es desde el onceavo piso del Hotel W y en el área de Polanco. Pero ése no es el México de todos los mexicanos; es el de los menos, ni siquiera de los compatriotas, sino el del poder, el glamour y el éxito. No es el país, no es real.
La Central Camionera está atiborrada. Las familias hacen largas filas, están ansiosas, claro, es 10 de mayo, quieren llegar a ver a sus madrecitas. Obreros y trabajadoras que han llegado a conquistar a la gran urbe y tienen la oportunidad de visitar el terruño. Ventajas de estar en el centro del país, puedes llegar rápidamente en carretera a muchos estados. Por ejemplo, en Puebla puedes estar en sólo tres horas: Una hora para trasladarte en metro, hacer trasbordos y caminar por los pasillos y escaleras interminables de las estaciones; otra hora que hace el autobús en salir del tráfico del Distrito Federal, y la tercera hora, la que realmente se invierte para llegar por carretera en Puebla.
¿Por qué la desconfianza? Cuatro días después la ancianita (gordita y hasta chapeteada) del Metro Allende sigue ahí pidiendo dinero. No se trataba de un montaje para conmover en el Día de las Madres; son sus días. Es real.
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