Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez
El “soundtrack” era muy extraño (para ese tipo de eventos): Mecano, Duran Duran, Gipsy Kings; entre otros, una mezcla ecléctica. Se trataba de la ceremonia de inauguración de las exposiciones “Basta” de Roberto Rosique, y “Nullas Dies Sine Linea” de Enrique Trejo. La asistencia al acto fue copiosa, como hace mucho tiempo no se veía en la Casa de la Cultura de Tijuana. Además, significaba “el estreno” de Karina Muñoz como directora –o coordinadora, para el caso da lo mismo– de ese recinto, dependiente, por si muchos no lo saben, del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC).
No cabe duda de las “tablas” que tiene Karina como comunicadora y conductora de noticias en televisión y lo demostró en su intervención en el acto inaugural. La Casa de la Cultura había tenido esa carencia –como otras instancias culturales–, de en la hora de los discursos, presentaciones y “frashazos”, no contar con los presentadores más elocuentes. Algunas directoras anteriores habían sido más bien “cortas” (pero si hasta sus voceros lo son, se supone profesionales del área) en el lenguaje, a no ser que algunas veces muy domésticas; en el protocolo y en general. Amén del dominio escénico, además está la presencia, el buen porte y actitud de Karina Muñoz que pareciera todo el tiempo está “a cuadro”.
Lo recurrente: la violencia. Ahora no sólo como tema para una obra artística, sino en el discurso mismo de este tipo de eventos que por supuesto no dejan de ser actos sociales al final de cuentas. A propósito, “esto no es normal”, fue la expresión de una ex vocera de la Casa de la Cultura, que la soltó así natural al contemplar a mucha de la gente que esa noche andaba ahí, que dijo no eran los invitados de costumbre. “Qué bueno que vino la gente… hay que irnos temprano… ahora que da miedo andar en la calle…”, más o menos expresó Enrique Trejo, quien expuso fotografías alteradas (otro de sus raros experimentos) respecto a los indocumentados y la frontera. Palabras no tan desandadas las suyas (aunque fue un poco así el tono), Trejo es tijuanense, pero además médico (prestigiado en su especialidad), y ya ven cómo les ha tocado también la desgracia. Ya hasta se quieren poner en “paro”, eso si muchos no ponen pies en polvorosa antes.
De un rojo intenso pintó toda la galería que se le asignó Roberto Rosique. Su exposición “Basta” consiste en esculturas armadas a partir de fierros retorcidos, metales enroscados, partes de carro destruidas (“Yonque Rosique”, lo nombré su colega Vidal Pinto), todas pintadas de rojo; rojo sangre, hasta las paredes, el piso; mucho rojo. Arte instalación consistente en esas piezas férreas por naturaleza, pero ahora violentadas, vulnerables; dramáticamente bañadas en sangre. De repente pensamos que la obra era de algún artista nuevo (joven), no por la novatez ni mucho menos, sino por cierta frescura, y el minimalismo; aunque esto se truncó con las frases de hombres célebres, en torno a la violencia, pegadas a la entrada de la sala; las piezas solas eran suficientes como mensaje. Pero lo grato sobre todo, fue ver algo muy diferente al resto de la obra de Rosique (en cuanto a formato). No faltaron los comentarios, bromas; crítica constructiva y destructiva, de los asistentes y otros artistas, que por supuesto nunca le vertirán directamente al colega, pero los sueltan para que algún periodista ingenuo no haga oídos sordos, lo difunda y sea aquel el que se gane los odios (perdón por la carga dramática), pero por esta vez no se les dará gusto. Ante tanto rojo y más rojo por doquier, no faltó la “bolita” que bromeaba: “la pintura se la regaló Hank”.
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Y esa noche en la Casa de la Cultura, en su café literario, tocaba en vivo un trío. Parecía aquello un barecito o café cantante; al sabor de boleros románticos, y mesitas a media luz. El rinconcito resultaba entonces muy apacible y acurrucador; y enfrente, toda la agresión de la vida real concentrada en cuatro paredes. Contrastes de una noche curiosa.
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