22.11.06

Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez

El disfraz de policía es el más solicitado –refieren algunas tiendas- para las próxima noche de Halloween. Drácula, Frankenstein, Jason, Freddy Kruegger o el asesino de “Scream” hace mucho pasaron de moda o ya no asustan lo suficiente, o al menos no como los policías municipales. Obviamente la vestimenta no la puede conseguir cualquiera.

Asustan tanto los policías que hasta podría pensarse que para enfrentar a uno solo, hay que llegar en una bolita de “ocho” personas, en dos camionetas y, por supuesto, armados hasta los dientes. Bueno, sí, esto es humor negro, pero las circunstancias están de ese color.

Hasta los chilangos se asustan con los policías de Tijuana. Maestros de la Universidad Iberoamericana en México, que anduvieron paseando este fin de semana en nuestra ciudad, me expresaron la hostilidad y la intolerancia reflejada hasta en la forma de mirar, y no se diga en el caminar, de los policías de aquí. Muy diferentes a los chaparritos morenos o muy primitivos policías del Distrito Federal que en cualquier crucero se llevan muchas mentadas de madre por parte de cualquier automovilista. Hasta eso podemos presumir: Nuestros policías tienen mucha personalidad. Imponente.

Muy siniestra la patrulla llegó, abriéndose paso entre los carros de adelante, frenó derrapando y se paró a media calle. Dos policías, hombre y mujer, bajaron anchando el pecho y dando grandes zanjadas, mirando feo para todos lados, hasta llegar con los causantes de su alarma: Dos o tres padres estacionados en las calles laterales al Centro Escolar Aguacaliente, quienes esperaban la salida de sus hijos. Ése era el delito. Muchos de los estudiantes de secundaria que ahí estaban, se hacían un lado o de plano huían intrigados por el despliegue. Esa escena la vi el miércoles pasado, a pleno día; y como ésas, suceden en todas partes, toda la semana. La patrulla negra, con un gran moño fúnebre al frente, aparecida de repente ahí –alterando la rutina normal del sitio- se veía por demás siniestra.

Hasta los borrachos tienen miedo. Los bares de la Revolución y la Zona Norte de repente se ven muy desolados, aun siendo fin de semana. Dice un cantinero que, de plano, “tienen miedo venir, por culpa de los policías, les tienen miedo”. Dice que a un compañero, le bajaron 25 dólares, nomás por estar esperando el taxi.
De los retenes en la noche, ni qué decir. Es como meterte a la casa de los sustos y ponerte a rezar para lograr librarte de figuras tan espectrales en medio de tu camino.

¿Y los disfraces de superhéroes? Tampoco interesan ya. Batman, Superman, X Men resultan muy de fantasía. Y los superhéroes reales resultan muy decepcionantes: los exilian, les hacen complot, terminan solitarios gritando en el Zócalo o –en el mejor de los casos- sumidos en un estado alucinógeno en medio de la selva lacandona y con la capucha deshilada.

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