28.9.07


EL GRITO DE INDEPENDENCIA EN TIJUANA
Honold, "El niño perdido"

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Juan Carlos Domínguez
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Con manteles blancos, sin lujos y con muy poca presencia política, la última ceremonia priísta del día de la Independencia en Palacio Municipal, fue reflejo de la desbandada política luego de la derrota del 5 de agosto.
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De repente se le veía como a un Alcalde muy solitario a Kurt Honold. Pasaban de las nueve de la noche y la mitad de las mesas en el Patio Central de Palacio Municipal estaban vacías. La convocatoria a la Cena Privada por el Día de la Independencia del Ayuntamiento de Tijuana no tuvo la misma respuesta que las fiestas de Jorge Hank.

En el estrado colocado para el espectáculo un niño orador –de esos que siempre ponen- pronunciaba un discurso mecánico e ininteligible. El locutor Luis Eduardo Cantúa realizaba la conducción más lamentable que se le haya apreciado, el audio era absolutamente malo, no se entendía, pero igual nadie se preocupaba por entender. Una cantante local llamada Marisol interpretaba canciones de Yuridia la de La Academia.

Como que había prisa. La cena se empezó a servir muy temprano. Ensalada de nopal, con chicharroncitos y aderezo de cilantro, pollo en mole poblano y de postre, flan. Para beber: vinos, tequila, cerveza y refrescos.

A las diez de la noche el señor Alcalde Kurt Honold y la Primera Dama María Elena Borquez subieron al estrado. “Les quiero decir a todos la suerte…” (sic), pronunció en un raro enunciado la señora, por cierto, vestida de rojo, para invitar a comprar boletos de una rifa a beneficio del DIF. Pero ni cuándo obtener la misma benevolencia de los invitados, ya no les interesaba quedar bien.

Kurt Honold le preguntó a la asistencia: “¿¡Listos para el Coyote!?”, la respuesta fue tibia porque la concurrencia no era precisamente la asidua a ese tipo de género, o por lo menos no a aparentarlo. Ya después se refirió al motivo del festejo: “¿Nos ‘aventamos’ el Grito de Independencia?”. Luego le entró un patriotismo exacerbado, a él, que como su ex jefe, prefiere San Diego: “Vamos a cantar el Himno, para que del ‘otro lado’ se den cuenta que las barreras que nos ponen no nos hacen nada…”.

Eso era adentro de Palacio Municipal. Afuera la frase en el aire era como de “aquí no ha pasado nada…”. Atiborrado de gente, los puestos de fritangas, antojitos y golosinas a todo lo que daba, un escenario muy grande y con muchas luces aunque con poco espectáculo, y las personas y familias yendo y viniendo como siempre, contentas, sin importar si el alcalde se apellida Hank, Ramos o Honold; o si es del PRI o del PAN. La fiesta es la fiesta.

Claro, al interior del Palacio Municipal también había festejo, pero con un aire de melancolía. La desbandada priísta también hizo estragos en la fiesta, y no fueron tantos los burócratas, funcionarios y simpatizantes hankistas que se dejaron ver. Nada que ver con la otrora eufórica “marea roja”. No faltaron los nostálgicos que sí llegaron con camisa roja, pero era uno que otro, contaditos con la palma de la mano, porque ni el líder transportista, Gregorio Barreto, dejó ver su llamativa camisa roja platinada con la que deslumbraba aquellas memorables veladas hankistas de alfombra colorada.

Entre los funcionarios y priístas que sí cumplieron con las buenas formas, y asistieron, estaban Luis Javier Algorri, Mario Madrigal, José Castorena, los ex alcaldes René Treviño Arredondo y Fernando Arce; Andrés Garza –que dicen es uno de los más agradecidos con “la Revolución” hoy en día- , Jorge Kury, Salomón Cohen, Franciscana Krauss, Juan Valdez –el más saludado de la noche-, Raúl Soria, Fausto Gallardo, Adriana Cetto, Daniel Hierro de la Vega, Juanita Pérez, Gastón Luken, Arturo Kaloyan; y como tres generaciones de los Honold.

El animador Cantúa quería interactuar con la asistencia: “¿Qué va a pasar mañana?”. “¡Termina Gaviota!”; dijo con emoción que no logró transmitir a sus oyentes. Continuó la música, un repertorio muy mexicano. Luego bailables folclóricos, dentro y fuera de Palacio Municipal.

Después un cambio brusco de género con un grupo coral fuera de tono. La Banda de Guerra del 28 Batallón de infantería anunció el momento más esperado. Desde la Sala de Presidentes el Alcalde Honold encabezó la escolta y, como que ensayó mucho y bien, tomó el lábaro patrio con porte y garbo, dio pasos firmes y con gallardía, y llegó hasta el Balcón Central de Palacio Municipal para dirigirse a la muchedumbre, al pueblo… y leer de una tarjetita:. “Mexicanos… ¡Vivan los héroes que nos dieron Patria!... ¡Viva Morelos!... ¡Viva Ayala!... ¡Viva Abasolo!...”; y así se fue mencionando a varios ilustres mexicanos, para rematar con un ¡Viva México! tres veces, y hasta eso, gritó bien fuerte.

“¡Ahora vamos a cantar el Himno Nacional!”; instó el Presidente Municipal sintiéndose en “Cadena Nacional”. Pasado el protocolo patriótico, la gente en la calle, llegó el “Platillo Fuerte”: “El Coyote y su Banda”, quién prendió el baile y el ambiente. La fiesta al interior de Palacio continuaba con su formalidad y un mariachi amenizando con “El Son de la Negra”. Un rato se oyó también el audio de la presentación de “El Coyote”, después sólo su imagen.

A las 10.30 de la noche, aún temprano, una banda sinaloense tocaba “El Niño perdido”, y así se sentían muchos, incluso algunos emprendían ya la retirada. Los vestidos de rojo, en esta ocasión, eran los “prietitos en el arroz”. El color oficial de la actual administración apenas sí se hacía presente en la Bandera y en las Tecates sobre las mesas. El desgano también le llegó a los periodistas, cuatro o cinco por ahí perdidos, prácticamente ignoraron el evento hasta aquellos que siempre eran los más asiduos a las celebraciones de Jorge Hank.

A falta de los Hank, la corte mayor la encabezaban los Hauter (familia de Karla Hauter, actual directora de Relaciones Públicas”), porque ni la de Honold. La voz del maestro de ceremonias seguía inentendible, y la gente indiferente. No faltaba uno que otro invitado que aún llegaba, aunque la mayoría ya habían emprendido la desbandada, no precisamente ese día, sino desde el 5 de agosto tal vez ante un futuro nada promisorio. Ni media noche y la fiesta ya daba sus últimos estertores.
Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez
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Los homenajes del CECUT son sui géneris. Los homenajeados, “de chile, de dulce y de manteca”. En el marco del 25 Aniversario del Centro Cultural Tijuana, la institución ha entregado reconocimientos, por ejemplo, al escritor capitalino Mauricio Bares, que fuera de personajes locales como a Salvador Ricalde, Octavio Castellanos, Colectivo Yonkear, y otros, que lo tienen como “gurú”, no sé de qué tan fuerte ha determinado o influido en la historia del CECUT, ya no digamos en la de Tijuana. Y conste, no es desacreditar la iniciativa del organismo encabezado por Tere Vicencio. Otros reconocimientos eran de esperarse, como el de Carlos Monsiváis, que si bien ha pisado en CECUT chorrocientas veces, también ha tenido presencias memorables. Por otro lado, también me referiré a los aciertos, como en el caso de la Señora Irma Larroque, gerente de Relaciones Públicas, que muy centrada en su papel y desde su búnker, ha sido pieza fundamental de la historia de esa institución. Repito, hay de reconocimientos a reconocimientos, no se trata de darlos a diestra y siniestra, porque si de eso se trata, yo podría pasarles una lista como de 200 nominados.

¡Y dale con los mutualistas! Se siguen dando golpes bajos y acuden a los periodistas para hacerles el trabajo sucio. Es lo común. Hasta me han citado funcionarios de primer nivel para revalidar (con excesiva documentación) lo que alguna vez ya publiqué aquí y hasta mostrar su indignación por la forma tan cínica de defender lo indefendible. Pero es lo típico en todas las instituciones o gremios, se acerca un funcionario u artista y “pégale a mi jefe, vale pa’ pura… está haciendo esto y esto… Pero no digas que yo te dije”. Y ahí vamos, a darle a la nota. Luego, acusados y acusadores aparecen en público, muy juntitos y sonrientes, hablando de proyectos en conjunto, los que antes se ponen zancadillas. Caray, los políticos no tienen remedio, ni en la cultura ni en ningún campo.
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La sensación del momento, obvio, es “Gaviota”. Durante todo el fin de semana estuve oyendo en todas partes la gran noticia: que ya sería el final de la telenovela “Destilando Amor” (titulo que la gente desplazó por el nombre de la protagonista). La expectativa del desenlace lo mismo la oí entre unos taqueros pueblerinos en la “5 y 10”, entre colegas profesionistas, amas de casa haciendo fila en el supermercado, unas adolescentes, y hasta con el maestro de ceremonias que intentaba emocionar a los asistentes a la fiesta privada del Grito de Independencia en Palacio Municipal. Por azares del tedio, en esas ocasiones que cambias y cambias de canales, creo que unas tres veces en mi vida me topé con fragmentos de “Gaviota”. Todas las veces la mujer estaba en un país y el hombre en otro, ella lo añoraba, y él enloquecía, cada quién por su lado. Se encontraban y ella lo desconocía, “yo de usted ni me acuerdo”; u otras ocasiones él la plantaba. Supongo que la historia era atractiva. Ahora, en una casual visita de domingo a amistades ordinarias tuve la fortuna de ver algo del final. Hasta entonces caí en la cuenta que lo que apasionó al público fue la originalidad de la historia. “Gaviota” está en Londres, hasta allá la alcanza Eduardo Yánez (ignoro cómo se llama su personaje), ella lo rechaza y lo desconoce, él se regresa muy dolido de Londres a Tequila, Jalisco; ella entonces descubre toda una serie de revelaciones y se lanza a perseguir a su galán; en una kermés de feria duran tres o cuatro horas en encontrase, cuando lo hacen él monta un toro que a los 10 segundos lo tumba y lo deja inconsciente, “Gaviota” lo encuentra al borde de la muerte, llora mucho, él despierta sonriente, por fin se unen, y a la vez todo el reparto de la telenovela va armando su parejita, huele a boda, a muchas bodas, en efecto, los protagonistas se casan, tienen hijos y viven felices. Lo dicho, la originalidad siempre impacta a los televidentes todos.

17.9.07


Bruno Bichir
Un Teatro para TodoS

JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ
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La pasión, la entrega y definitivamente el quehacer teatral como un estilo de vida -que pareciera este último decreto ya como una frase hecha-, Bruno Bichir los encarniza, evidentemente, no sólo en la actitud, sino en la herencia determinada por una estirpe familiar consagrada en la escena.

El menor de los hermanos Bichir estuvo la semana pasada en nuestra región, presentando “La Historia del Tigre”, monólogo que lleva casi cinco años escenificando y que esta vez ofreció en los diferentes campus de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). En lo que respecta al plantel Tijuana,, el Teatro “Rubén Vizcaíno” se vio abarrotado de la comunidad teatral local, estudiantes universitarios y también jovencitas estudiantes de actuación -groupies- más interesadas en saludar en persona al galán que en apreciar la obra del novel italiano Darío Fo.

“La Historia del Tigre” es una obra donde todo el peso cae en la actuación de Bichir, sin más elementos escénicos, narrando la historia de un soldado chino adoptado por una familia de tigres. Por la temática y la factura, por ejemplo, esta obra contrasta con “Cabaret”, con la que se había visto a este actor en su pasada visita a la entidad. El primero teatro austero, el segundo, más comercial y con todos los recursos promociónales. Más aún Bruno Bichir lo asume con la misma devoción, según lo dejó asentado en entrevista con ZETA:

“Porque el teatro es mágico, y porque estoy convencido -creo que junto con todos los teatreros del mundo- que el teatro es para todos, todo el tiempo”, afirma.

A manera de ironía, Bichir refiere que los bemoles que implica la actividad teatral no se le pueden estar achacando todo el tiempo al Gobierno, a la CIA o “a las fuerzas del mal”; lo que pasa de repente -asevera-, es que los a teatreros los han hecho creer que están divididos, y en efecto, los separan.

“Nos enfrentamos ante el etiquetamiento de los proyectos: Teatro comercial, teatro universitario, teatro independiente, teatro vanguardista, teatro para niños, teatro inteligente, teatro de risa, teatro para pobres, teatro para ricos… ¡oye no! Y claro, cada quien defiende su espacio y sus recursos”.

Bruno refiere que precisamente en el Foro Shakespeare, espacio escénico donde centra su actividad en la Ciudad de México, se reafirma la creación independiente, libre de ataduras de presupuestos y apoyos, en aras de hacer un teatro realmente democrático: “El teatro es para todos… no importa que lo hagas en la azotea, en la sala de tu casa, robas los espacios, asaltas los espacios, los haces tuyos para que pueda existir tu teatro, tus ideas; y el teatro en general”.

Por ello, “Historia del Tigre” le ha significado al también actor de “El Callejón de los Milagros” la posibilidad de vivir de su oficio -aunque sea discretamente- y de tener mayor acercamiento directo con universidades, compañías teatrales y la gente en sí. En contraposición con una obra como “Cabaret”, a la que señala de una obra vanguardista, pero necesariamente comercializada para un público con valor adquisitivo, en aras de recuperar el alto costo de producción. No obstante, Bichir es reiterativo, el teatro es uno solo y ya: “En mi cabeza no suceden dos cosas distintas; en mi cabeza sucede ‘el teatro’. No lo veo como algo ajeno, desasociado o que me contradiga”.

Acepta Bichir que como sus hermanos, Odiseo y Demián, el hecho de pertenecer a una dinastía teatral les da otra perspectiva que no necesariamente asume con igual intensidad el resto del gremio: “Pero la idea es que se viva, la idea es que suceda; nos está costando mucho trabajo”.

El actor plantea un forma de hacer teatro que se revolucione desde dentro, independiente en todo lo que ello conlleva -creativa y económicamente-, donde no se sacrifique la ideología y el propio talento; pactando, buscando alianzas, vínculos, en fin, puntos de colaboración que no signifique venderse al mejor postor.

“Puede ser muy aleccionador, a la larga hasta de beneficio económico para los creadores, las dos vertientes. Cuando hay mucho dinero por las instituciones y eres beneficiado, pues estás ‘mamando chichi’ y pues nunca terminas siendo libre realmente, siempre estás a la espera, o siempre estás metiendo el codazo al compañero, para que tú puedas tener los recursos. Eso me parece difícil, y vil, punto”.

– ¿Te has sentido frustrado, alguna vez ha cruzado por tu mente dejar el teatro?

“Sí, sí… pero no por frustración -aclara-. Más bien porque ando buscando caminos para desarrollar ese discurso; y a veces a lo mejor no es a través del teatro, a lo mejor es a través de otra cosa. Pero sí lo he pensado, lo he dicho; no sucede, no ha sucedido. Alguna vez le comenté a un amigo eso y me dijo ‘¡estás loco!’, y ya pasaron 30 años. Pero mi padre era cartero, mi madre cantaba en la radio, entonces no nos perturba, no tenemos ningún vínculo con ‘llegar a ser’, ‘con hacerla’, con tener que ganar el premio o que tenga yo que hacer la película tal. A veces hay celos profesionales, hay ganas de hacer proyectos importantes, proyectos que desarrollar; desarrollarse creativa, económica, socialmente, como un ser humano, pero en la esencia la verdad es que me parece absolutamente pasajero; y regreso a lo mismo, está en todas partes, el teatro es para todos, aunque yo sea lechero”.

Ante 3 mil espectadores o solamente dos personas, con la respuesta efusiva del público o la frialdad total, Bruno Bichir le entra al juego de lo impredecible en cada representación. Es la alquimia de emociones, el ritual que compara con el acto sexual: “Cuando tú vas hacer el amor con alguien no sabes cómo va acabar, a lo mejor terminas mentándole la madre, que muchas veces pasa ¿no? Después ya está uno acostado, pensando otra cosa y de repente empieza a hablar uno pendejadas, y al rato ya te divorciaste. Y así, a los cinco minutos, entonces no sabe uno; lo importante es cómo atacar, cómo llenas ese encuentro es lo importante, y cómo pones de tu parte para el desarrollo de ese encuentro. Ya en lo que derive pues somos responsables todos, los de arriba y los de abajo. Por eso es importante romper el cerco, para que la gente sea responsable y no nada más esté cómodamente sentada”.

12.9.07

Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez
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No´hombre!, pero qué aplicados andan todos los titulares de las dependencias culturales de los diferentes órdenes de gobierno. Ahora, en tiempos de transición pareciera que quieren impresionar para repetir en el cargo; o justificar presupuesto a la hora de rendir cuentas o, simplemente, dejar una buena imagen en el recuerdo de la comunidad. El Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC) últimamente ha estado muy activo sobre todo en las áreas de poesía y plástica, convocando en cada caso públicos diferentes a los habituales. En el Centro Cultural Tijuana (CECUT), aunque su titular empieza una segunda gestión por seis años, pretende festejar con bombo y platillo su 25 Aniversario, destacando principalmente al área de publicaciones. Mientras que en el ICBC (Instituto de Cultura de Baja California), su polémica directora podrá irse contenta con la creación del CEART en Mexicali, y de última hora, otro en Ensenada; la representación de ese organismo en Tijuana, se conformará por lo menos, con dos o tres eventos apantalladores.

Muy romántico suena el título de “Diego Rivera bajo las Estrellas”, que no resultó otra cosa que un evento frívolo e intrascendente. Me dan risa esas cosas, en las que resulta muy obvio el afán de deslumbrar, el caminar henchido de los funcionarios cuando ven que todo salió conforme a los planes. El evento, organizado por el ICBC Tijuana, encabezado por Jesús Flores Campbell, fue una proyección en pantallas gigantescas ubicadas en la Placita esa dedicada a Benito Juárez ubicada entre los dos Palacios de Gobierno. El historial y arte de Rivera fue explicado y narrado por Gregorio Luke, que será toda una eminencia en su ramo, pero su entonación de voz fue muy molesta y su afán de simpatía o coloquialidad, irritante. Más desconcertante aún como cuando interrumpió la charla semiformal, para pedir una ovación entre el público para el roquero Javier Bátiz —y al otro que no le dicen dos veces para levantarse y agitar la melena a la mayor provocación—. Más inapropiada la cosa, cuando Luke hacía promoción al calendario de eventos y presentaciones de Bátiz en el ICBC (¿así lo estipulaba también su contrato, por el que debe haber cobrado muy bien?). Para más glamour también se contrató como presentadora inicial a la conductora de Televisa Karina Muñoz. Y la ocasión fue inmejorable para que desfilaran casi todos los artistas locales, vigentes y “revividos”, promotores culturales, estudiantes y público snob, y dueños de espacios culturales independientes que entienden que dejarse ver es parte del negocio. No faltó quien hasta llevó su sillita de patio y atuendo veraniego tal si estuvieran en los campos del Valle de Guadalupe. El ICBC redondeará su impresionante agenda con un Gran Homenaje a Yolanda Montes “Tongolele”, no sé a quién se le ocurriría, pero debe ser que los tijuanenses desde cuando estamos esperando expresarle toda nuestra admiración a la estrella que tanto ha influido en nuestras vidas.

Carlos Monsiváis, ¡otra vez!... ¡otra vez! Ya perdí la cuenta de cuándo fue la última vez que vino, o si de plano no se ha ido. Y es que el intelectual más connotado de México ahí está siempre presto para hablar de lo que se le pida, así sea sobre la teoría de la relatividad aplicada al vuelo de una mosca dentro de una botella sellada con corcho de caucho. Propónganle el tema, amigos funcionarios, y el señor seguramente desquitará muy bien sus honorarios con una disertación de cuarenta minutos plagados de frases célebres y ocurrencias verbales que serán del beneplácito de todos sus oyentes. El sábado pasado Monsiváis se presentó en el CECUT con la conferencia “De la palabra al dj”, ¿queda alguna duda de su vastedad temática? La buena noticia es que —como todo parece indicar— si el ensayista Leobardo Sarabia queda como director del ICBC, tendremos en Tijuana al “Monchi” cada semana, personaje de todos los afectos de Sarabia y su séquito.

11.9.07

Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez


Qué Presidente tan ególatra. Felipe Calderón no se podía quedar con las ganas, se le cocían las habas, y, finalmente, se salió con la suya. Escenificó, y sin dejar en duda quién era el protagonista del montaje, el que algunos ya llaman el “Simi. Informe” (lo mismo pero más barato).

Vivillo desde chiquillo, astuto como el que más, la fiesta no le podía haber quedado mejor a Calderón. Cumplió a pisa y corre con el Congreso, con el caminito que no podría haber estado mejor regadito y allanado, y al día siguiente se guareció en Palacio Nacional. Se sacudió a los congresistas incómodos y, no conforme con ello, bien resguardado, retacó el patio central de la sede del Gobierno Federal, de 3, 500 quinientos asistentes; la mayoría burócratas, y personajes prominentes los menos.

Un viejo amor ni se olvida ni se deja, dice la canción, y creo que “el pueblo” mexicano hizo honor a la misma. Cómo que después de seis años de vivir en Foxilandia fue gozoso e excitante encontrarte con la férrea e inmaculada imagen de un Señor Presidente; solamente así me puedo explicar tal profusión de aplausos y ovaciones para el Felipe. Como en los mejores tiempos priístas. Nada más faltó el desfile de besamanos, seguramente se dio con gran dispendio tras bambalinas.

Qué días tan aburridos, recuerdo, eran aquellos primeros de septiembre, fechas del informe. Era escuchar (bueno, no escuchar, sino ver que hablaba y hablaba) horas y horas al Presidente del País, con un lenguaje indescifrable y en toditos los canales de televisión y estaciones de radio. Y no había ni para dónde hacerse. Pues ahora, aunque más breve en tiempo, pero fue lo mismo. Entonces en los informes de este sexenio el enlace en cadena nacional se irá extendió cada vez más conforme el Primer Mandatario van siendo más pródigo en sus acciones de gobierno.

La Dictadura Perfecta pareció regresar por sus fueros, y sí, tal vez estemos exagerando, pero el observar revividas viejas prácticas del priísmo recalcitrante no puede ser halagüeño. Miren que sacar del aire la señal de televisión cuando hablaba diputada Ruth Zavaleta, presidente de la fracción perredista del Congreso, y luego dar la explicación oficial de que “fue una falla técnica” o, lo que es lo mismo “se nos cayó el sistema”, Pero también los partidos de oposición bien que se lo ganan, por irresponsables y socarrones, mira que dos orangutanes perredistas agarrándose a golpes en pleno día de fiesta nacional. Por supuesto que el más agradecido con las inconsistencias de ese partido es “el ilegítimo”.

No da paso sin guarache
Felipe Calderón. Y si en primera instancia invitó al “diálogo”, que es lo mismo que a la confrontación, a los congresistas opositores, es que seguramente traía bien armada su perorata para salir bien librado, ases bajo la manga que iba aventarle en la cara a sus detractores. Si llegó a sentirse contrariado por la frustración de su plan primero, rápidamente se le reconfortó, todo le salió “redondito”.

Felipe Calderón ha cumplido todas las expectativas de la población, o por lo menos de uno muy determinante, el empresarial. Así lo dijo Carlos Slim, y vaya que le creo al hombre más rico del mundo. Prueba infalible de lo benigno y generoso de nuestro gobierno.

Lo más rescatable del Informe Presidencial fue que nos han regresado la fe y la credibilidad en nuestros gobernantes. Las palabras de Calderón nos permiten ver la luz aún en medio de las calamidades que tanto nos restriegan los pretenden empañar los logros del neopanismo, nos regresa el optimismo la revelación: “Ahora México es un país con rumbo…”. Aunque siento que eso ya lo había oído en algún momento, en algún lugar.

7.9.07

El Búfalo de la Noche
TruCulenta Historia de AmoR y LocurA

Juan Carlos Domínguez

Y de repente el mundo conoció el nombre de Guillermo Arriaga, gracias al éxito de filmes como “Amores Perros”, “21 Gramos” y “Babel”, historias que nacieron de su pluma, pero que Alejandro Gónzalez Iñárritu cristalizó en imágenes y, como director de las mismas, se convirtieron en “sus películas”. Entonces al escritor Arriaga se le clavó la espinita de no sentir que se le daba todo el crédito. Finalmente, guionista y director salieron de pleito.

Arriaga ahora se apresta a dirigir y producir cine, para tener control total sobre sus propias obras. “El Búfalo de la Noche” es el filme que se estrenó el viernes pasado y en el que por lo pronto debuta como productor. El proyecto parte de una novela -del mismo nombre- que escribió en 1995, una truculenta historia de amor y locura, de tres personajes trastornados y entrelazados.

“Es una reflexión honda sobre el amor”; explica de forma contundente Arriaga. “Entendiendo el amor como un sentimiento poderoso, no es una tarjeta postal; es una reflexión sobre las relaciones en un mundo donde cada vez estamos más alineados. No importa en que ciudad vivas, he visto en todo México y América Latina; en Tijuana, Torreón, Puebla, Veracruz, Caracas, Bogotá, Turín, Madrid… cada vez es más difícil vincularse con el otro”.

Esa es la historia escrita, y ahora sí, ya trasladada a imágenes, será “la película de Guillermo Arriaga”: “Lo que yo quería como productor era simplemente resguardar la integridad de mi trabajo. Hecho con buen gusto, con pasión, con precisión, con riesgo; y creo que mi primera decisión fue encontrar al director que estuviera dispuesto a irse conmigo a esta isla remota que es ‘El Búfalo de la Noche’”, explica el autor en entrevista con ZETA.

Y encontró a su cómplice en Jorge Hernández, un cineasta venezolano radicado en Varsovia, al que hizo venirse a vivir a México y darle la oportunidad de hacer su ópera prima. Antes de eso pasó por dos directores que rechazaron su propuesta, de eso hace más de cinco años: “Para llegar a la isla no había ni siquiera barquitos, había que irse nadando”.
Ahora es diferente, Guillermo Arriaga es tan famoso, que “El Búfalo de la Noche” viene cargado de expectativas para él y su director. Pero Hernández no se abruma, su mira está puesta cuando en las marquesinas del cine esté el título de su película junto con otras nueves producciones de otras partes del mundo: “Uno tiene que tratar de estar en ese nivel para poder hacer que el público decida esa noche comprar un boleto para tu película y no para otra”.

Arriaga asume que la autoría de la película es de todos, incluyendo a los actores, que para conseguirlos emprendieron un casting muy exhaustivo por todo el país, de Tijuana a Veracruz, la mayoría de ellos desconocidos y otros con su primera experiencia en cine: Hugo Albores, Liz Gallardo, Walther Cantú, Camila Sodi y Gabriel González.

“Creo que una de las virtudes de esta película es que estamos refrescando el paisaje de rostros, de actores. El público va a agradecer el preguntarse ‘¿quiénes son esos?, ¿quién es este director nuevo?’”.

– Y está Diego Luna; poner a este tipo de actores garantiza el éxito en taquilla ¿no?

“Pero más que el éxito en taquilla, creo que lo que garantiza Diego Luna es gran calidad actoral; una pasión sin límites, una disciplina feroz. Es un actor muy disciplinado, y si escogimos a Diego, te lo juro, no fue pensando en taquilla, sino porque creemos que era el actor más indicado para hacer este papel”, justifica Arriaga.

Por su parte, el director Hernández detalla cómo Luna se entregó tanto en el papel, que a lo largo del filme va sufriendo una transformación que por momentos lo vuelve irreconocible: “El personaje tiene un comportamiento errático, irracional. De verdad, yo desde el principio no podría imaginarme mejor actor para que lo interpretara.

“Podría pensarse que tratamos de asegurarnos con cierta fórmula, pero yo como director puedo asegurar que nunca tuve ninguna condición, nunca tuve ningún tipo de limitante. Nosotros aquí no nos asociamos para una empresa, nosotros nos buscamos para ser cómplices de un trabajo. Yo siempre he pensado que la película que pueda hacer acompañado es mucho mejor que la que pueda hacer solo. Lo que sí te puedo decir es que hay visiones, y si en algún momento hubo visiones encontradas, siempre tuve la confianza y el respeto de Guillermo”.

“Fue muy sencillo -interviene Arriaga-, yo tenía un cuchillo, a ver… a ver… si no te gusta, te mato”, bromea. “Creo que hablar de trabajo creativo armónico no exime de pleitos feroces… feroces”, enfatiza ya en plan serio. “Jorge es un poco más tranquilo que yo. Yo estuve a punto de matarlo, pero era sano, es muy sano, esos encontronazos han sido muy sanos y crean heridas muy fuertes. Lo único que puede curar esas heridas es ver el resultado del trabajo que hicimos juntos”.
Respecto al trabajo de adaptación, que siempre es difícil, se ha dicho que la película casi parece una calca del libro. Sus creadores lo niegan rotundamente, además que sería imposible por la complejidad en que la historia está narrada por escrito. Arriaga aclara: “La razón por la cual yo quise que Jorge fuera el adaptador de la novela es porque en primera instancia, evitó un incesto. Porque si la hubiera adaptado yo solito, sí hubiera sido casi una calca. De hecho el final es totalmente distinto. Yo lo que tengo que vigilar, no es que sea la misma historia, sino que esté el espíritu, el mundo, las palpitaciones vitales, y claro, la anécdota básica, pero no la misma. No estamos reproduciendo la novela”.

Abunda Hernández: “Yo cuando terminé de ver la primera copia de la película, sentí exactamente lo mismo que el día que terminé de leer por primera vez el libro. Por eso creo que hicimos una adaptación fiel. Las motivaciones de ese mundo están ahí plasmadas, y de eso es lo que se trata, no de una traducción. En la literatura se interioriza el mundo exterior, y en el cine funciona en la dirección contraria, se exterioriza el mundo interior de los personajes, su mundo y sus emociones”.
En alguna revista norteamericana también se criticó que “El Búfalo de la Noche” tenía excesivas escenas de sexo, además de injustificadas. Situación que también descarta Arriaga: “No hay mucho sexo, lo que pasa es que es una reflexión del sexo como herramienta precaria de los jóvenes. La alineación no te permite construir herramientas de diálogo, de comunicación, y lo sustituyes con sexo. El capitalismo tan competitivo te acerca al sexo, pero el amor no; el amor es mucho más transgresor que el sexo.
“Si ven bien la película, se darán cuenta que muchas de esas escenas realmente no son de sexo, son contactos físicos como puentes de comunicación gracias a las cuales otras cosas suceden, se trata de compasión, de traición, de necesidad, de búsqueda; y son la única manera que tienen estos personajes de establecer una comunicación inicial”.

¿De qué manera el éxito de películas dirigidas por Iñárritu, y después de la polémica con él, determinaron el proyecto de “El Búfalo de la Noche?”, cuestiona ZETA a Guillermo Arriaga.

“Pues mira, al principio era una propuesta de riesgo a partir de que gané La Palma de Oro en Cannes, y luego las nominaciones al Óscar; y fueron cargando a esta película de una serie de pesos que no debería tener. La película tiene que hablar en función de sí misma. A mí en lo personal, si la cargan con esas expectativas, me tiene sin mayor cuidado. Estoy orgulloso, contento con esta película; creo que va a ser importante, sobre todos los jóvenes se van a identificar y la van acoger como suya. Va a enarbolar una parte de su generación”.

La trama y sus actores

“El Búfalo de la Noche” es la historia de un triángulo pasional, que oscila entre la locura, la autodestrucción y la muerte. Gregorio, Tania y Manuel se convulsionan entre los celos, la culpa y la traición, la angustia y la desesperación. Diego Luna y el resto del reparto, han referido su intervención en el filme como desgarradora y tortuosa. Los ha dejado desgastados. ZETA platicó con dos de estos actores.

La joven actriz Liz Gallardo dice que si bien gozaron la película, “también hay una parte que la padecimos, que la sufrimos, pero tiene que ver con que es una historia fuerte, no es una novela romántica, no es una película ligera que puedas pasarla de largo en tu vida. Pero bueno, uno comprende porque sabes en lo que te metes desde que lees el libro, te das cuenta que es una película que exige un compromiso, un esfuerzo mayor, una descarga energética, pero que es necesaria. A final de cuentas sí terminamos agotados, damnificados”.

Por su parte, Gabriel González, quien interpreta a “Gregorio”, un esquizofrénico y suicida, refiere: “A lo mejor con esta anécdota te contesto: El día que estábamos filmando la escena del psiquiátrico, de repente en uno de cuartos, me acuerdo que empecé a llorar como un niño al que le quitan su dulce, y yo diciendo las líneas, hasta creo que Diego Luna estaba ahí, la escena no iba por ahí, al contrario, era una confrontación, pero yo estaba… ¡uta! Sufriendo, realmente sufriendo como el personaje. Creo que como actor, lo padre es no actuar, sino responder a sentimientos y responder a esos impulsos”.