7.2.07

Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez


Tijuana está en todas partes. Siempre es noticia nacional e internacional, y ahora con el operativo antinarco más que nunca. Periódicos, radio y televisión dan cuenta de los aconteceres de nuestra frontera. Me llama especialmente la atención cómo se ha conducido Milenio, el diario nacional dirigido por Carlos Marín y Ciro Gómez Leyva.

Las primeras planas son para Tijuana. En diarios como Reforma y El Universal, y sobre todo Milenio, que no solamente a lo largo de la semana le ha dedicado las ocho columnas a nuestra delirante ciudad, sino que ha sido más contundente: “A Tijuana la guerra antinarco”, “El narco en la IP y el gobierno de BC”, y esta especialmente punzante: “Hank elogiaba a su policía mientras la SDN la desarmaba”, con la declaración del alcalde: “Los cárteles pagan más, no podemos competir”.

Tijuana es un genial relato, un compilado de historias alucinantes algunas, espeluznantes otras. Por lo menos así lo deja ver Héctor Aguilar Camín en su columna “Día con Día” y bajo el título de “Tijuana, 2004”. Cuenta el periodista que durante una visita a nuestra ciudad, hizo algunos apuntes. El resultado son pequeñas estampas de un estilo ácido, de una síntesis impecable y un contenido sorprendente. Hasta se disfruta lo oscuro de nuestro entorno, porque parece sólo literatura: “Un empresario de Tijuana ha decidido mudarse con su familia a vivir al otro lado. Sus razones: Tengo que escoger entre que mi hijo se vuelva narcotraficante aquí o sea sólo marihuano al otro lado”. “Un diario publicó la foto de un narcotraficante con su novia. Por la noche dejaron en el estacionamiento privado del diario una camioneta cargada de marihuana. Pregunté cuál era el mensaje: Era ese: “Leen lo que publicas de ellos. No les gustó lo que publicaste ese día. Pueden llegar a tu estacionamiento privado sin que te des cuenta”. “El taxista que lleva el equipo de grabación del aeropuerto al hotel cuenta que estuvo preso por tráfico de drogas. En la cárcel se dedicaba a matar. Otros rodeaban al sentenciado y él le metía una punta. Hizo dos o tres ejecuciones. Salió de la cárcel y dejó eso. Ahora se dedica a trabajar. Tiene una mujer y dos hijos, debe pensar en ellos”. “Dicen que los narcos de Tijuana han inventado una firma para sus ejecuciones. Entierran los cadáveres dejando afuera sólo las palmas de las manos y el rostro de las víctimas. Los animales devoran las facciones y las huellas dactilares”. El columnista relata la historia de una señora que cruzaba niños a Estados Unidos: “Me decían que estaba ayudando a familias a reunirse con sus hijos. Me tocaba siempre el mismo oficial de la migra y me daba el pase. Cuando me di cuenta de que era tráfico de niños decidí renunciar”. Le preguntaron a la señora si estaba dispuesta a denunciarlo a la policía, y la doña respondió: “Pero si el comandante de la policía es el que me decía a qué hora pasar”. Aguilar Camín está bien enterado, hasta del famoso bar Zacazonapan habla.


Welcome to Tijuana… violencia, poesía y mariguana…, reza el título de un artículo de Rafael Molina donde platica del narcotúnel descubierto hace algunos años en la colonia Federal, y que ahora es convertido en residencia de artistas y que fue inaugurado con un “atentado poético”. Otro artículo de título ostentoso pero contenido previsible (típico, del que escribe desde la distancia sin conocer) es “Ciudad Gótica”, donde resume la historia del narco y los Arellano que todos conocemos.

Tijuana es miel, cuando se quiere. Y rompiendo un poco la tónica, el suplemento cultural Laberinto (que no es cualquier cosa) publicó unos poemas de la tijuanense Karina V. Valderrrabano. Una serie de versos idílicos, amorosos, femeninos pues. Pero al menos un remanso entre tanta turbulencia.

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