25.3.08



MIGUEL BOSÉ en concierto
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ArTíFiCe de EmOCioNeS

El público tijuanense –aunque en territorio norteamericano- vivió junto con Miguel Bosé los últimos momentos de su gira “Papitour”, que habrá de concluir los primeros días de abril en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Antes, el cantautor español, en el compas de espera previo a sus presentaciones en Los Ángeles, San Diego y Miami, se dio tiempo para cantarles a la Familia Hank y 500 invitados, en una fiesta privada a próposito del cumpleaños de la ex primera dama de Tijuana. El resto de los mortales, se esperaron a su presentación del domingo 2 de marzo, en el Cox Arena, del otro lado de la frontera.

· De viaje con Bosé

Todas las localidades vendidas, alrededor de 7 mil asistentes, adultos jóvenes en su mayoría, parejas, y numerosos grupos conformados por muchachas con su madre, y algunas hasta con la nieta; explayaron por fin su ansiedad cuando a las 7:30 de la noche se apagaron las luces del auditorio ubicado en los terrenos de la Universidad de San Diego, y se dejaron oír mezclados los murmullos grabados del tema “Amazonas” y los acordes de “Duende”. Como siluetas fueron emergiendo cinco músicos y dos coristas, a paso lento. Y por fin, la figura esperada, en traje negro, al frente y en la parte más elevada del escenario, Miguel Bosé, interpretando “Sereno”, como el prólogo musical que sería todo, menos eso.

Un ¡arriba!, grito del artista para ir prendiendo los ánimos, seguido de “Duende”, que las mujeres, siempre las más sueltas, fueron siguiendo en su coreografía con las palmas de las manos extendidas, igual que hace 15 años. Arriba su grupo hacía lo propio; las coristas en trajes oscuros estilizados; los músicos en prendas de piel, más agresivos y algunos sin camisa. Bosé dio un giro sobre su propio eje, como bailarina de ballet, y continuó con “Nena”.

“!Buenas noches San Diego!, saludó el cantante. “Bienvenidos a este celebración que va a ser grande, a esto que hemos construido juntos desde hace 30 años, que es mi carrera”. Invitó al festejo, advirtiendo las condiciones del viaje a lo largo y ancho del tiempo: “vamos a ir hacia atrás, hasta lugares que ya ni recordaban, para todos los gustos, para todas las preferencias…”. Y cantó: “El hijo del Capitán Trueno… nunca fue un hijo digno del padre, salió poeta y no una fiera… no quiso nunca ser marinero… no se embarcaba en aventuras… levantaba dudas…”; un tema muy autobiográfico.

“¡San Diego qué quieres que te dé…. Qué quieres que te dé…!”, repitió hasta en tres ocasiones. “¡Te voy a dar ¡Bambú!”, uno de los temas más coreados y con un arreglo roquero. Miguel se quitó el saco, lo arrojó hacia atrás; las mujeres gritaron, él se quedó en mangas de camisa y vientre abultado. El escenario, aparentemente sencillo pero muy vanguardista, a base de estructuras de metal que se teñían con luces de todos colores, quedó en puro rojo, para dar paso e “Gulliver”, un canto de desesperanza y resignación contenido en su álbum “Sereno”.

Lució Bosé sus dotes dancísticos con “Sevilla”, caminando lento de un lado a otro del escenario, con pasos y desplantes de bailaora –bailaora no bailaor- de flamenco, sin perder ni un instante el arte estilizado y elegante que siempre le ha caracterizado. Muy participativos también sus músicos y coristas, que con “Mirarte” iban y venían juntos por él por todo el escenario, luego se alineaban al frente, terminaron todos tirados en el suelo, y Miguel bien abrazado al torso desnudo de uno de sus guitarristas.

Un silencio total, breve, y luego el sonido estrepitoso de la música, de “Partisano”, un canto anti bélico para cerrar el primer capítulo, el más agitado, de la esperada velada: “!Bien!... ha llegado el momento justo y exacto para cumplir las promesas…”.

· Recuerdos al vuelo

“Las canciones son como una caja de recuerdos, de momentos, de perfumes…”, dio pie al capitulo nostálgico el cantautor hispano, de hecho cómo siempre lo ha hecho en sus conciertos, desde el “Directo 90”. Pero esta vez con especial emotividad, por los 30 años de trayectoria y a la celebración de su disco “Papito”, el que más ha vendido en su carrera. “Dejen que todo lo que esté dentro de esta caja vuele, vuele libre… limpio… puro…”. Y sonaron las teclas del piano, sólo eso, la gente tardaba en reconocer el tema, apenas lo hizo soltaron los aplausos, Miguel Bosé mientras tanto sentado sereno sobre unas escaleras; y ahora sí, las ovaciones a todo lo que dieron, apenas empezó a interpretar “Amiga”. Y frases que extasiaban a la concurrencia: “… y el universo era pequeño para todo lo que éramos tu y yo…”.

Siguió el repertorio de aquellos primeros años: el amor edípico en “Teorema”, la fe ciega en “Creo en ti”, el pop ramplón setentero en “Morir de amor”, y el momento más lúbrico y meloso con “Linda”, primer éxito que le abrió a Bosé las puertas de Latinoamérica. Entonces él, como buen artífice de las emociones, dejó la pausa necesaria para que el público soltara las ovaciones que ya tenían contenidas dado el sentimental momento. Fue entonces cuando el intérprete dedicó muy especialmente a los asistentes su tema “Te amaré”. Y siguieron cayendo los recuerdos, y la sensación de se remontaba a un tiempo milenario, con la virtud de un Miguel Bosé que no ha envejecido, no obstante sus 51 años de edad.

Casi todo el Cox Arena se entregó al baile con “Los chicos no lloran”, en versión muy rítmica. Ya era demasiada nostalgia. El cantante presentó a cada miembro de su staff, pidiendo aplausos para cada uno, desde los músicos hasta los técnicos, para rematar con el público: “¡y para San Diego!... ¡y para la madre que los parió a todos!... Por cierto, como que Miguel Bosé nunca reparó que eran tijuanenses todos los presentes.

El tono más sexoso lo puso “Morenamía”, sin Julieta Venegas haciendo dupla -aunque nadie extraño los duetos de “Papito”- y con las imágenes de un viejo video proyectado de fondo, con un Miguel Bosé de pelo largo y más esbelto. Como parte del baile el intérprete se golpeaba la cadera y el trasero, y al público le caía en gracia. “Como un lobo” fue de los temas que más entusiasmo suscitó, alcanzaron el clímax cuando el cantante hizo un trío interpretativo con sus coristas; los tres muy coordinados, muy integrados. Le sucedió un poco más de romanticismo, pero de lo más actual con “Si tu no vuelves”, y el canto de paz con “Nada particular”, con las luces amarillas iluminando de frente a todo el público, quien agitaba las manos en alto, como presagio ya de un adiós. ”!Canta San Diego… y nunca dejes de cantar!”.

· Miguel pródigo

La separación apenas duró cinco minutos, Miguel Bosé nomás cambió su camisa negra por una blanca y holanuda, y regresó interpretando “La Belleza”, de las canciones poco conocidas del cantautor, seguida de otra por el estilo que convirtieron el momento en el capítulo más flojo de la noche. Pero la cosa se volvió a prender, ¡y de qué manera!, con “Amante Bandido”, que puso de pie a todo el mundo. La gente estaba muy contenta, y Bosé, arriba del escenario, igual; coqueteando, acariciando, jugueteando con sus músicos.

El ánimo se mantuvo en el mismo nivel de entrega con “Nena”, nuevamente pero con versión más bailable. Se despidió el cantante, pero, muy pródigo, hubo de regresar por tercera ocasión para interpretar precisamente la sutil ironía anti yanqui de “Sol Forastero”: “… pero qué mito hey qué barras ni qué estrellas, de qué me hablas chica mira que te ciegas… “, mientras en las pantallas se proyectaba la bandera estadounidense y Miguel Bosé se despedía se los sandieguinos (no de los tijuanenses): “¡Te quiero San Diego… hasta siempre!”.
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* JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ






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