15.6.07


MANU CHAO EN TIJUANA
Monumental


Juan Carlos Domínguez

Martes por la noche. Se acaba de ocultar el sol de la de por sí nublada y un tanto fría tarde. La nubosidad cubre el mismo cielo de dos países. De aquel lado, una camioneta de la migra se aposta sigilosa en el conocido anteriormente como “Parque de la Amistad”, un pradito sereno; Estados Unidos que se ve desde el Faro de Playas de Tijuana.
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De este lado, el panorama es diametralmente opuesto. Es la fila de autos varios kilómetros a la redonda, el alboroto que empieza en la Plaza Monumental, la expectativa de ver a un artista provocador y contestatario de ese sistema discriminatorio; es Manu Chao en su reencuentro con Tijuana. En la reiteración de su canto de libertad y tolerancia, precisamente ahí, a unos cuantos metros donde una malla de acero ha cobrado más vidas que el muro de Berlín, según reflexiona el propio Manu:
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“Cantar una canción como ‘Clandestino’ ahí, tendrá un simbolismo más fuerte que en otros lugares. Ese lugar tiene su peso, tiene sus muertes, tiene sus desgracias, tiene su tragedia… y lo tomaremos con todo respeto…”.En efecto, el intérprete franco-español toma el sitio, y con él, un ejército de alrededor de once mil tijuanenses arremetiendo con cantos y ritmos contra la hostilidad de las imposiciones, cualquiera que éstas sean.
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Artista provocador
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El espectáculo de Manu Chao empieza desde un día antes del concierto, en una rueda de prensa, a donde acude una veintena de reporteros no solamente de la fuente, sino de información general, incluyendo a corresponsales de medios nacionales, algunos de los cuales no conocen bien a bien la música del cantante. Van más por la postura política que tienen como referencia de Manu. No saben lo que significa su música, o si viene a presentar un nuevo disco. La conferencia de prensa se desarrolla, van diez preguntas y nadie le ha cuestionado por su música o nuevo disco.
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“Sí, es curioso, yo estoy aquí dispuesto a hablar de todo lo que sea. Puedo hablar de amor, de política, pero si empezamos con política, pues es un problema que evidentemente preocupa a todo el mundo”, expresa a ZETA.
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– ¿Cómo equilibras que tu plataforma política no se coma tu parte artística?
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“No lo sé. Yo creo que voy del día a día y tampoco me paso el día entero pensando en política. Tengo mi guitarra, tengo mi música, y evidentemente en ella está un poco reflejado mi entorno. Desgraciadamente, a donde viaje hoy en día por el mundo, nunca he encontrado un lugar donde la gente me diga que está bien y feliz”.
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Las preguntas se suceden en torno a la migración, las opresiones, los gobiernos. Manu señala que hasta en los países que se dicen democráticos existe una dictadura, la del dinero: “Y México no es la excepción”.
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Manu, que ha andando hasta por los barrios más bajos de Tijuana, gozando su plena libertad, hoy, a su regreso, se ha encontrado con los retenes militares, con un tanque de guerra que lo franquea a unos cuantos pasos del escenario donde tocará. Se impacta, pero advierte que eso lo está viendo en todas partes: “Ahora mismo en Barcelona no puedes dar cuatro pasos, está plagada de policías”.
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Libre pensador y abierto a todas las experiencias, Manu es consciente que la militarización es por culpa del narcotráfico, y reflexiona en torno a ello: “Durante años y años y años, hubo una permisividad tan grande que se les ha hecho tan fuerte (a los narcos), que ahora va a ser muy difícil erradicar eso”.
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Vociferar la libertad
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Sin una identidad propiamente, ni modas marcadas, se conglomeran miles en torno a quien pregona por el libre tránsito por la Tierra, por la vida, sin documentos de identificación, sin fronteras. Así aparece Manu Chao en el escenario, con la multiculturalidad reflejada en ritmos energéticos y punzantes, bañando toda la plaza de sus fusiones de salsa, raggae, rock, ska, rai angelino y chanson francesa. Llenándolo de Manu, de su canto, de su grito, que al son de los acordes prende al público, que aun en medio del hacinamiento, se desfoga y van de aquí para allá, cada quien a su modo, lo mismo en un slam, bailando para sí, o simplemente absortos en las verdades que salen de la boca del intérprete.
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Por momentos más roquero y con más guitarras en esta ocasión, Manu ofrece arreglos diferentes para sus emblemas hechos canciones: “Clandestino”, “Desaparecido”, “Lágrimas de Oro”. Cada frase, cada estrofa que aboga y abraza a los errantes, a los sin futuro, a los que cargan la etiqueta de ilegalidad por no sujetarse a las fronteras: “…llevo en el cuerpo una condena que siempre me echa a caminar…”.
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La euforia, el baile y el canto colectivo no cesan, por el contrario, se van cubriendo de los vientos de liberación que arroja Manu hacia el cielo, en el que, con el transcurso de la noche, se van descubriendo las estrellas hasta hace poco muy ocultas.
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Si alguien contribuyó al gran afecto que tiene el intérprete franco-español por esta frontera, es el fallecido músico Luis Güereña. A él le dedica un himno a nuestra ciudad, para muchos no el más digno, pero ciertamente el más honesto: “Welcome to Tijuana”, en esta ocasión a ritmo de baladita. No hay empacho en corear “Tijuana… tequila, sexo y marihuana…”, los únicos incómodos ahora, son los cadetes y policías esparcidos por todas partes.
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El cantante anuncia consignas en contra de George Bush y todos aquellos gobiernos imperialistas. La gente se enardece, agradece que se vocifere así. Un joven abajo juega y baila con unas improvisadas antorchas, otro se sube a bailar al escenario, los guardias intentan bajarlo y Manu arremete contra los de seguridad.
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“Qué sucede en la calle… qué sucede en la calle...”, canta el líder musical seguramente porque afuera, la vida real y cruda continúa. “Tú no tienes la culpa, mi amor, que el mundo sea tan feo…”.
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Del desencanto a la ilusión
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“Se nos ha negado la felicidad. Puedes ser feliz en tu propia vida en un momento dado, pero es una felicidad súper egoísta. Nunca podré ser feliz, pensando que hay tanta gente que no lo es. A veces estoy con mi hijo en la playa y me puedo sentir feliz, pero a los dos días me entra un ansia de pensar en todos mis amigos que siguen en la vida dura del barrio. Tendría que olvidarme de todo para ser feliz, y no puedo…”.
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Manu también le canta al desencanto. Pero también al amor: La atmósfera entonces se torna melancólica y melodiosa, en un vaivén de lucecillas azules y naranjas, celulares y encendedores que anuncian cada uno la existencia de un alma conmovida que asume la poesía de la travesía diaria: “La Despedida”, “Mi Vida”, “Viento”, “Día Luna, Día Pena”, “Si me Dejas Elegir” y hasta la mexicanísima “Volver, Volver”.
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Entre la rebeldía y el amor, el desencanto y la esperanza -esa que Chao ha hecho su estación y en la que en esos momentos están instalados todos, hasta los que nada más van a verlo porque es lo cool-, el cantante mantiene su convicción, aun a pesar de toda la parafernalia que lo rodea últimamente. “Si mantengo la esencia, eso tiene que decirlo la gente, los periodistas, yo no te voy a decir ‘no te preocupes, mantengo la esencia’, porque yo no lo sé. Yo hago mi caminito y cada noche me voy a la cama intentando hacer mi caminito como persona honesta, y busco que no se desvirtúe mucho lo que quiero hacer…”.
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Y sigue siendo él, no hay duda:”Hoy día luna día pena… hoy me levanto sin razón… hoy me levanto y no quiero…”. “Si me das a elegir… entre tú y ese cielo…yo me quedo contigo…”. “Mi vida, lucerito sin vela… mi último refugio, mi última ilusión…”; y la multitud con él, en un frenesí que empieza a llegar a su fin, pero que el público no lo permite; una, dos, tres veces regresa al escenario. En realidad Manu no se quiere ir, le cuesta trabajo. Tijuana, el río de gente, le dan eternidad.
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“La manera más evidente de nunca envejecer es estar ilusionado. Eso es estar siempre joven, estar siempre vivo, y eso es lo que a mí me ayuda mucho en la música. Tengo una pasión tan fuerte con eso que nunca llego a estar cansado. Estar ilusionado es la eterna juventud. Yo veo a maestros de 70 años que tienen esos ojitos de adolescente, que es pura ilusión. O como mi vecina de Galicia, una campesina de 70 años, que le calcularías 15… Me casaría con ella…”.
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Manu Chao es protesta, es rebeldía -hasta de defensor del terrorismo vasco se le ha acusado-, también es pesar, amor o solidaridad. Siembra la semilla y espera la cosecha al final de cada concierto, buscando la aprobación en la luz de la mirada de cada persona: “Eso es suficiente para ver, para entender, para sentir el corazón de esa gente. Te das cuenta que has hecho una buena presentación con esas miradas de agradecimiento; es súper elocuente”.
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Se despide con una gran iluminación encima, pero no es la de los reflectores o juegos de luces, sino la de su público tijuanense que desde ya le pide el reencuentro, muy pronto.
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8 comentarios:

Anónimo dijo...

je... si el es buena vibra...
y el caos no fue tan grande como me imaginaba...
no se te vi extraño...
tal vez solo lo imagine...
espero estes bien...
te deseo lo mejor...

Anónimo dijo...

rojas narices pero no de verguenza ni de frio...


tambien me parezco tanto a un payaso...
uno cualquiera...
todos ven una persona feliz y positiva...
y a veces por segundos lo soy... he ahi mi paraíso---
pero ahi adentro hay una ecatombe... una bomba nuclear
que destruye todo sin dejar rastro de sonrisa...

sí, estoy triste y lo peor es sin entender porque...
igual es disfrutable...

Me encantó tu artículo sobre Manu chao... entre Manu y
Silvio me curan un poco jajaja... se la rifó... pero
no se q falto que no me lleno como la primera vez q lo
vi... me senti como un tape para aprender ingles... yo
estaa tan emosionada por ese concierto... y el quiza
dio lo mejor... y la gente emanaba revolucion... pero
yo ya nose ni en q creo, ni cuales son mis gustos...
atolondrada estoy...

hermano payaso... tu como andas???

Juan Carlos Dominguez dijo...

Hola Zeida,

Pues sí disfruté el concierto de Manú, sabes? desde hace mucho tiempo me da una gueva enorme cubrir esos eventos masivos, así me guste el grupo o artista, como es el caso de Manú. En realidad tenía otros motivos personales importantes por los que me sentía agusto ese día, un "reencuentro" por ahí, algo así, que igual me motivó para escribir la nota, más que el mismo Manú, definitivamente yo soy de los que funciono con INSPIRACION, más que nada, y ese día fue bien. Después... pues ya es otra cosa.
Además acababa de regresar de un buen viaje a Hermosillo y traía la vibra alta.

Tu me mencionas en un correo anterior que me viste "raro", a qué te refieres?

¿Y triste tu? Eso sí es extraño, eso déjamelo a mí que soy un fracaso. Además te ví contenta en el concierto.

Un día hay que sentarnos por ahí, en algún paisaje, a platicar largo y tendido, nunca nos hemos dado el tiempo... pero en fin, seguimos por acá...

Un abrazo.

JUAN CARLOS

Anónimo dijo...

Muy bonito lo que escribiste de Manú, ahi lo tenemos guardado.

Anónimo dijo...

waooo me fascino tu reportaje.

Se lo enviare a él, de hecho lo envio ahora mismo.

La neta entre nos, a mi me parece el mejor. Muy bien documentado a la Rollingstone (cuando habia buenos reporteros).

Anónimo dijo...

Mi estimado
Juan Carlos.....quuueeeeeeee bueeeenaaa nota felicidades,
tu dime que debo hacer, reenviarla a todos mis contactos en Mèxico o que onda ??

Un abrazo

Anónimo dijo...

Sabrosa tu crónica.

Unknown dijo...

Hojala alguien me pueda incluir en un viaje a el concierto de manu chao mas pronto. Perdi el de Junio por una razon increiblemente raquitica.
timcrum@gmail.com