28.9.07


EL GRITO DE INDEPENDENCIA EN TIJUANA
Honold, "El niño perdido"

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Juan Carlos Domínguez
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Con manteles blancos, sin lujos y con muy poca presencia política, la última ceremonia priísta del día de la Independencia en Palacio Municipal, fue reflejo de la desbandada política luego de la derrota del 5 de agosto.
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De repente se le veía como a un Alcalde muy solitario a Kurt Honold. Pasaban de las nueve de la noche y la mitad de las mesas en el Patio Central de Palacio Municipal estaban vacías. La convocatoria a la Cena Privada por el Día de la Independencia del Ayuntamiento de Tijuana no tuvo la misma respuesta que las fiestas de Jorge Hank.

En el estrado colocado para el espectáculo un niño orador –de esos que siempre ponen- pronunciaba un discurso mecánico e ininteligible. El locutor Luis Eduardo Cantúa realizaba la conducción más lamentable que se le haya apreciado, el audio era absolutamente malo, no se entendía, pero igual nadie se preocupaba por entender. Una cantante local llamada Marisol interpretaba canciones de Yuridia la de La Academia.

Como que había prisa. La cena se empezó a servir muy temprano. Ensalada de nopal, con chicharroncitos y aderezo de cilantro, pollo en mole poblano y de postre, flan. Para beber: vinos, tequila, cerveza y refrescos.

A las diez de la noche el señor Alcalde Kurt Honold y la Primera Dama María Elena Borquez subieron al estrado. “Les quiero decir a todos la suerte…” (sic), pronunció en un raro enunciado la señora, por cierto, vestida de rojo, para invitar a comprar boletos de una rifa a beneficio del DIF. Pero ni cuándo obtener la misma benevolencia de los invitados, ya no les interesaba quedar bien.

Kurt Honold le preguntó a la asistencia: “¿¡Listos para el Coyote!?”, la respuesta fue tibia porque la concurrencia no era precisamente la asidua a ese tipo de género, o por lo menos no a aparentarlo. Ya después se refirió al motivo del festejo: “¿Nos ‘aventamos’ el Grito de Independencia?”. Luego le entró un patriotismo exacerbado, a él, que como su ex jefe, prefiere San Diego: “Vamos a cantar el Himno, para que del ‘otro lado’ se den cuenta que las barreras que nos ponen no nos hacen nada…”.

Eso era adentro de Palacio Municipal. Afuera la frase en el aire era como de “aquí no ha pasado nada…”. Atiborrado de gente, los puestos de fritangas, antojitos y golosinas a todo lo que daba, un escenario muy grande y con muchas luces aunque con poco espectáculo, y las personas y familias yendo y viniendo como siempre, contentas, sin importar si el alcalde se apellida Hank, Ramos o Honold; o si es del PRI o del PAN. La fiesta es la fiesta.

Claro, al interior del Palacio Municipal también había festejo, pero con un aire de melancolía. La desbandada priísta también hizo estragos en la fiesta, y no fueron tantos los burócratas, funcionarios y simpatizantes hankistas que se dejaron ver. Nada que ver con la otrora eufórica “marea roja”. No faltaron los nostálgicos que sí llegaron con camisa roja, pero era uno que otro, contaditos con la palma de la mano, porque ni el líder transportista, Gregorio Barreto, dejó ver su llamativa camisa roja platinada con la que deslumbraba aquellas memorables veladas hankistas de alfombra colorada.

Entre los funcionarios y priístas que sí cumplieron con las buenas formas, y asistieron, estaban Luis Javier Algorri, Mario Madrigal, José Castorena, los ex alcaldes René Treviño Arredondo y Fernando Arce; Andrés Garza –que dicen es uno de los más agradecidos con “la Revolución” hoy en día- , Jorge Kury, Salomón Cohen, Franciscana Krauss, Juan Valdez –el más saludado de la noche-, Raúl Soria, Fausto Gallardo, Adriana Cetto, Daniel Hierro de la Vega, Juanita Pérez, Gastón Luken, Arturo Kaloyan; y como tres generaciones de los Honold.

El animador Cantúa quería interactuar con la asistencia: “¿Qué va a pasar mañana?”. “¡Termina Gaviota!”; dijo con emoción que no logró transmitir a sus oyentes. Continuó la música, un repertorio muy mexicano. Luego bailables folclóricos, dentro y fuera de Palacio Municipal.

Después un cambio brusco de género con un grupo coral fuera de tono. La Banda de Guerra del 28 Batallón de infantería anunció el momento más esperado. Desde la Sala de Presidentes el Alcalde Honold encabezó la escolta y, como que ensayó mucho y bien, tomó el lábaro patrio con porte y garbo, dio pasos firmes y con gallardía, y llegó hasta el Balcón Central de Palacio Municipal para dirigirse a la muchedumbre, al pueblo… y leer de una tarjetita:. “Mexicanos… ¡Vivan los héroes que nos dieron Patria!... ¡Viva Morelos!... ¡Viva Ayala!... ¡Viva Abasolo!...”; y así se fue mencionando a varios ilustres mexicanos, para rematar con un ¡Viva México! tres veces, y hasta eso, gritó bien fuerte.

“¡Ahora vamos a cantar el Himno Nacional!”; instó el Presidente Municipal sintiéndose en “Cadena Nacional”. Pasado el protocolo patriótico, la gente en la calle, llegó el “Platillo Fuerte”: “El Coyote y su Banda”, quién prendió el baile y el ambiente. La fiesta al interior de Palacio continuaba con su formalidad y un mariachi amenizando con “El Son de la Negra”. Un rato se oyó también el audio de la presentación de “El Coyote”, después sólo su imagen.

A las 10.30 de la noche, aún temprano, una banda sinaloense tocaba “El Niño perdido”, y así se sentían muchos, incluso algunos emprendían ya la retirada. Los vestidos de rojo, en esta ocasión, eran los “prietitos en el arroz”. El color oficial de la actual administración apenas sí se hacía presente en la Bandera y en las Tecates sobre las mesas. El desgano también le llegó a los periodistas, cuatro o cinco por ahí perdidos, prácticamente ignoraron el evento hasta aquellos que siempre eran los más asiduos a las celebraciones de Jorge Hank.

A falta de los Hank, la corte mayor la encabezaban los Hauter (familia de Karla Hauter, actual directora de Relaciones Públicas”), porque ni la de Honold. La voz del maestro de ceremonias seguía inentendible, y la gente indiferente. No faltaba uno que otro invitado que aún llegaba, aunque la mayoría ya habían emprendido la desbandada, no precisamente ese día, sino desde el 5 de agosto tal vez ante un futuro nada promisorio. Ni media noche y la fiesta ya daba sus últimos estertores.

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