3.10.07

Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez
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¡Viva la libertad!, y si de algo podemos presumir los tijuanenses es de eso. Ahora cualquiera pueda formar su comando negro, llegar a matar al policía de la corporación que más mal nos caiga, y no solamente eso, si nos equivocamos y matamos a un civil –que acabo hay muchos, y ni los reclaman- podemos regresar con toda tranquilidad y buscar a la presa correcta. Nadie nos verá, y a darle con “el jalecito” que sigue.

“¡Son unos cobardes!”, pronunció el Coordinador de la Fuerzas Federales de Apoyo, Rodolfo Cruz, y ante el tono enérgico e indignado señalamiento contra los delincuentes, no pude más que solidarizarme con las autoridades. Con ese tipo de manifestaciones, para qué quieren más armas y equipos, así, que les sigan diciendo a los malosos hasta de lo que se van a morir.

El mero mero es Eugenio Elorduy. Tal vez por la costumbre no me había detenido a reflexionar en ello, pero me lo recordó un lector de noticias en la televisión: “Eugenio Elorduy, la primera autoridad en el estado…”. Yo creo que hasta el “Yuyín” apenas cayó en cuenta, por eso habló fuerte: “No nos van a intimidar, no nos van a amilanar…”; claro, como él ya se va, y seguramente ya está contando los días.

Muchos vamos a caer abatidos, si no es por las balas, por lo menos de la indignación de ver tanto polverín de declaraciones. Alberto Capella, presidente consejero ciudadano de Baja California, por un lado, y el otro, Víctor de la Garza, secretario de seguridad, gritan incrédulos: “Son sólo un puñado (de delincuentes) ¡cómo es posible que puedan contra nosotros!”, sí, pero digo, ¿los señores no sospechan siquiera del todo sistema policial y político incrustado en la delincuencia? No tienen remedio. Luego también advierten amenazantes que contra las mafias el combate será frontal. Lo que no dicen es que, como siempre, en medio estaremos los ciudadanos, una vez más sitiados. Qué manera de salir del paso cuando se ha asumido como oficio la aparición diaria en los medios, por una parte; o por otra, para tapar con un dedo el estercolero que tienen ahí a un ladito. Mientras que otros líderes de opinión -como el empresario Jacobo Ackerman- acostumbrado a las declaracionitis, después de ciertos sustos recibidos, prefieren esta vez mejor quedarse callados.

¡Ahora si van en serio contra los delincuentes!, según declaran las autoridades, el mismo día que, por ejemplo, a las 12 del día, sobre el puente Santa Fe (en el libramiento a Playas de Tijuana) se postra un agente policiaco (desde la distancia su figura se ve como la de un buitre enorme) para vigilar a los atrevidos que comenten alguna infracción vial y aplicarles el consabido castigo; mientras, que dos horas después, a unos cuantos kilómetros, varios automóviles hacen toda una caravana y bajan de su carro y secuestran a cinco personas. Pero supongo que para el agente en cuestión, si se dio cuenta, los hechos suscitados, no amerita su desgaste.

¿Será para tanto lo que está pasando en Tijuana? ¿O les está ganando la paranoia a muchos? Relata un reportero de una importante publicación local que se encontraba en un café –ese de los tecolotitos- cuando un abogado, del que no reveló el nombre (abogados del diablo muchos de ellos, o simplemente de “los que saben demasiado”) se le acercó para hacerle una recomendación amigable. Le dijo que procurara no traer ninguna prenda o artículo con el logo de su medio: “ni camiseta, ni gorra, ni mochila… nada, procúrelo…”. Cuando el periodista le pidió las razones de su observación, el litigante, antes de retirarse, sólo respondió. “Pues a cómo están las cosas ahorita…”. Y eso sí, ¡ah! cómo están las cosas ahora.

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