20.8.10

REINAUGURACIÓN DEL CAESAR´S:
RAMOS EL PROTAGONISTA, TORRES SÓLO ESPECTADOR
Sin tanto glamour y con ausencia de políticos

“Aquellos tiempos de la gallina de los huevos de oro ya terminaron”, se lamentó ante los presentes y sin que nadie se atreviera a contradecirlo Juan José Plasencia, el sábado de la reapertura de su restaurante Caesar’s Palace. Lo soltófrente al alcalde de Tijuana Jorge Ramos, y éste ni se crispó. Al contrario, en su turno del discurso, pronunció que la “tarea” no termina y que las cosas las seguirá haciendo bien.
En la avenida Revolución por el atardecer, se reinauguró el restaurante Caesar’s Palace, después de 10 meses de haber cerrado sus puertas por motivos de la crisis económica y de inseguridad que atravesó nuestra ciudad. Pero ese día, Jorge Ramos llegó airoso, como si fuera su mérito que la familia Plasencia abriera las puertas del emblemático lugar, donde, por cierto, se inventó la ensalada de fama mundial y que lleva el nombre del inmigrante italiano César Cardini.
Después de cortar el listón, presidente municipal, así como algunos guardaespaldas y su aparatosa “comitiva” –una docena de asistentes que no le dejan mover un dedo pues en todo le sirven– se adentraron en el lugar. Un sacerdote regó las paredes con agua bendita y oraciones. En cuanto el consagrado acto terminó, todos a socializar. A Ramos le apeteció una cerveza “bien fría”. Atendió a los medios y disfrutó de una probadita de Ensalada César: dos pedazos de lechuga, un panecito tostado y el famoso aderezo. Al degustar el alcalde arrugó la boca y asentó con la cabeza en señal de que le gustó. Igual la primera dama.
Atiborrado el restaurante, la mayoría de la gente se tuvo que quedar afuera sobre la avenida y las banquetas, para los que no pudieron entrar se instalaron mesas y sillas de plástico a modo de fiesta de quinceañera. Y mientras la exuberancia de la gente rica tijuanense disfrutaba dentro la música y el buen plato al lado del alcalde, afuera lo hacían las personas de, digamos, “medio pelo”.
Pocos políticos hubo; fuera de Ramos casi ni uno. “Se esperaban más”, dijo uno de los organizadores al ver que sólo el primer edil había llegado, por cierto, tarde. En una de las mesas al aire libre se sentó el candidato perdedor a la alcaldía Carlos Torres. Ya sin tanto argüende con el que en campaña le rodeaban sus “amigos” y compañeros del PAN. Se le vio ya sin fama y, también, sin esa barba que sus asesores de imagen le aconsejaron dejarse para captar votos de gente mayor y no sólo de jóvenes, una piocha que demostrara “madurez” y “experiencia”.
Carlos Torres, rasurado como adolecente y con el desaire de medio mundo ahí se quedó toda la tarde. Solo, al lado de su esposa y su hermano Luis, quien, como algunos dicen, por capricho peleó y arrebató la aduana de la ciudad. Pocas cámaras los buscaron. De aquel personaje al que era difícil acceder por tanto gentío que le seguía en los meses de proselitismo poco quedó; solito en las mesas “de gente común” que disfrutaron la reinauguración de un restaurante leyenda.

Isaí Lara Bermúdez

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