Pan y Circo

Juan Carlos Domínguez

Uno es muy desesperado o de plano los semáforos en esta ciudad cada vez están más lentos. Miércoles, tres de la tarde, aparentemente sin mucho tráfico, en el bulevar Lázaro Cárdenas, en la esquina de la Escuela “20 de Noviembre”, semáforo en rojo, luego, otro semáforo en rojo por el bulevar Benítez (cruzando la vía del tren), bajas hacia el bulevar Américas, y otro semáforo en rojo; vuelta a la derecha tomando rumbo hacia la Buenavista, ¡semáforo en rojo!; más adelante, antes de cruzar el puente; otro semáforo, en rojo”, vuelta hacia la izquierda para tomar la vía rápida, más espera en semáforos rojos. Lenta la espera y semáforos sin sincronizar, parece que es plan con maña, ¿quién gana con todo esto? No fluyen las cosas en la ciudad.

Lo más libres son los malosos, qué triste. Mediodía, por la carretera libre a Ensenada rumbo a la Zona Río pasa una camioneta del año con códigos y estrobos encendidos, y mucha prepotencia, se abre camino entre carros y carriles en sentido contrario; y luego viene otro por el estilo, y un tercero; seguramente un comando. Y los automovilistas se hacen un lado, sin chistar, ya sin temblar, tan natural. Y más adelante, a la altura del Hotel Camino Real, un pick up enorme y grotesco color blanco, con defensa metálica simulando un águila con ala abiertas, entra a la avenida con unos tripulantes de aspecto verdaderamente espeluznante. Y a un ladito, escoltándola, un pick up de patrulla municipal de cuyo número no quiero acordarme.

Los “pepos” nomás sirven pa’estorbar. En su búnker de la Calle Madero esquina con Bulevar Aguacaliente, los policías estatales preventivos nomás se destacan porque invaden carriles y obstruyen aún más la circulación. Están de adornos. Un día me tocó ver como llegó “una pareja” de agentes, y uno de ellos llegó corriendo a todo lo que da, como resuelto a atrapar a algún hampón. Pero no, según la burla de su compañero, al heroico agente “ya le ganaba”, el efecto de los tacos, corría hacia el baño. Mientras, que seguramente, en algún punto perdido de la ciudad un nuevo “cristiano” era encobijado.

-¿De dónde viene? -De mi casa, por qué, me pregunta y le respondo a un Policía Municipal que mete medio cuerpo a mi carro, en alguno de esos retenes sospechosos que aparecen por la ciudad. En el retén hacia la La Gloria, otro más: “¿De dónde vienes?” –“!De trabajar y vengo muy cansado, ya quiero llegar!”, ya responde uno enca… encorajinado. “No se enoje, estamos trabajando”, responde muy modosito el agente, nomás por ha identificado a su víctima como reportero, a un ciudadano común no sé como le hubiera ido. Es el colmo, con qué derecho la policía se entromete en la vida del tijuanense. Ahora resulta que hay que darles santo y seña de nuestros movimientos. Lo dicho, aquí los sitiados somos la gente de bien.

¿Qué karma estamos pagando? ¿Qué podemos esperar de un gobernador que en su primer día de gestión ya está llorando? Sólo espero que “Lupillo” Osuna Millán no se suelte chillando cada vez que le ejecuten un policía de sus corporaciones –que se los van a seguir acabando poco a poco- o no haga berrinche cuando algún funcionario se le descarrile, o cuando maten a uno de sus paisanos silanoenses –porque por alguna coincidencia del destino siempre aparece algún oriundo de Sinaloa en ese tipo de evento-. No quiero ni imaginar al gobernador y al futuro Procurador de Justicia, lloriqueando a dúo cada vez que haya que dar la cara cuando ocurra alguna ejecución. Con eso de que el sentimiento está a flor de piel.

¡Pero hasta yo lloraría! dijo alguien, “porque de carnicero a ser gobernador…” pues sí es como para desbordarse de dicha y agradecimiento con la vida. ¡Ah!, ¿así que el “Lupillo” es bueno para “filetear?”, pues sí, y más bueno aún para repartir las chuletas, eso que ni qué.