12.2.08

Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez

¿Qué está pasando en Tijuana?, que a la cinco de la tarde, llegas a una licorería y está cerrada, llegas a otra, y lo mismo, y en sábado. ¿Dónde queda el party eterno de esta ciudad, la vida licenciosa y los excesos? Pues sucede que hay miedo, mucho miedo de los pequeños empresarios. Sucede, por ejemplo, que hace algunos días abrieron una nueva licorería en la Colonia Altamira, y a los tres días de la apertura ya habían sido asaltados. El negocio rápido se fue al traste y sólo quedó la frustración.

Los crímenes de alto impacto son los que más emocionan, por lo que no volteamos a ver los robos, asaltos y todos aquellos que llaman del “fuero común” y que se han incrementado de forma alarmante en la ciudad. Tipos de delitos que antes nada más se observaban en el Distrito Federal y en alguna otra urbe del país, ahora ya son cosa de todos los días en Tijuana. Pero obvio, no se les da tanta difusión, no son tan excitantes.

Están ricos los cocos que venden en el malecón de Playas de Tijuana. Ahí llegaron dos hombres en carro, normales, pidieron sus cocos con limón y mucho chile, para llevar. Dos damas hacían lo propio, comían en una mesa, el carro de los tipos estaba encendido, por lo que prontamente pudieron arrancar en cuanto les arrebataron las bolsas a las mujeres.

“La vio cerca” una señora, agente de ventas para una compañía de productos lácteos cuando la “levantaron” saliendo de un banco en La Mesa. La anduvieron paseando, no la mataron, a sus secuestradores sólo les interesaba quedarse con los 60 mil pesos que había retirado de su cuenta.
Le llovieron piedras cuando circulaba por el bulevar 2000, como si no fuera suficiente ya la oscuridad y los baches de esa zona —y de toda la ciudad—, el joven bajó a ver qué pasaba y ahí empezó a ver su suerte. Los agresores tirapiedras le “bajaron” dinero y carro.

Platicaba traumada una empleada de Infonavit que al detenerse en un semáforo en rojo en un crucero de la ciudad un tipo se le acercó y muy confianzudo le insistía que bajara la ventana, “no, no te conozco”, le respondía una y otra vez, el presunto maleante se estaba poniendo de malas, pero la luz verde la salvó, tuvo suerte, a otras mujeres, incluso en zonas como Residencial Aguacaliente o la Chapultepec las ha bajado a punta de balazos, nomás para que suelten sin mayores aspavientos sus automóviles.

Acabar con los delincuentillos, asaltantes y todo tipo de malandros de baja estopa es posible; tal como ha ocurrido en varias ciudades de Michoacán —por ejemplo—, donde ajusticiaron y se acabaron a los raterillos y asaltantes callejeros. Se impuso la autoridad y arrasaron con ellos, ¿quiénes?, pues las células de los “Zetas”. Las calles michoacanas ahora son más tranquilas, solamente les va mal a aquellos grandes empresarios o pequeños empresarios que no quieren pagar sus respectivas cuotas para seguir viviendo y operando sus comercios. Unas por otras. Menos robos y delitos ordinarios, por uno que otro de alto impacto. Una alternativa para Tijuana.

Tijuana está peor que nunca, ¿verdad?, es lo que me han dicho, coincidentemente diferentes personas de ciudades como Monterrey, Guadalajara o el Distrito Federal (alguna de ellas nacida aquí y con tres meses fuera) ¿Y qué responder? “¿O será porque la veo desde fuera?”, agrega otra. Solamente que sea por eso…

1 comentario:

Anónimo dijo...

como¡¿
no estas en ESTE MOMENTO EN LA?
EN EL DESMADRE CON FECAL