25.4.08


FACUNDO CABRAL:
Muchas Palabras, Pocas Canciones


Más de 6 años sin regresar a México, pero sin parar en su vertiginoso andar por los países del mundo. Sólo con su guitarra, sus trovas y poesía, el fervor de sus devotos en el reencuentro es el mismo. Facundo Cabral, que ha pisado el escenario de 165 naciones, dice que no se le agota el entusiasmo -al contario- cuando vuelve a una de ellas, tal como en nuestro país: ”Es más, porque en cuanto más conoces un lugar, los entusiasmos se multiplican”.

El sábado pasado 3 mil mexicanos refrendaron su admiración por el juglar argentino en el Teatro Metropolitan de la capital del país. El recibimiento fue conmovedor y Facundo Cabral lo comparte en entrevista con ZETA: “Nos contaba el personal del teatro que al final del concierto la gente estuvo aplaudiendo de pie por once minutos, imagínese, once minutos, lo que duran tres canciones. Uno ha sembrado amor y estoy cosechando amor, en este momento que uno ya está en el tiempo de descuento, como se dice en el futbol”.

“Antología 1960-2007” se titula el espectáculo que ahora trae y que pisará 20 ciudades de la República Mexicana, incluyendo Tijuana. La ocasión sirve para recapitular lo que ha sido una fructífera carrera que fue tomando senderos inimaginables para este músico-.filosofo: “!Uf!, yo era un muchacho de 22 o 23 años que empezaba a interpretar una canción por pura diversión, entre los campesinos. Me empezaron a invitar de un lado y otro, ni siquiera soñaba que iba a ser artista y de repente dije caramba a lo mejor tengo la oportunidad de cumplir mi sueño inalcanzable de conocer Buenos Aires. Quién me iba a decir que Dios me iba a llevar de la mano por el mundo a través de la canción”.

Facundo Cabral también contabiliza fracasos, censuras, tiempos durísimos; pero el éxito es el saldo final. El de la plenitud que llega el amor a su propio oficio, y la del reconocimiento: “Yo creo que la gente me respeta; me respeta porque yo he sido coherente con mi sueño, yo lo seguí. Eso no quiere decir que yo piense que lo que hago es bueno, muy bueno, extraordinario; mediocre o malo. Fui honesto con la vida, y yo creo que lo que la gente me aplaude es esa honestidad. Hay artistas tan grandes que sería muy soberbio de uno creerse artista; pero si que uno ha sido un testigo de la vida, un testimonio de que se puede vivir mejor si uno sigue el corazón. Eso sí ha sido un éxito en mi vida”.

El interprete de la trova latinoamericana y canción de protesta, no trae canciones nuevas ni novedades, así que el público tijuanense que acuda a escucharlo cuando el sábado 19 de abril se presente en El Foro simplemente lo hará con la ilusión de encontrarse una vez más con el Facundo de siempre, el de la voz viva para poemas como “No soy de aquí ni soy de allá”, “Dios va contigo a todas partes”, “Vuele bajo”, “Un nuevo día” o “Yo no vendo, yo no compro”.

“Yo, por ejemplo, si voy a escuchar a Marco Antonio Muñiz, quiero escuchar ‘Tiempo y Destiempo’” –justifica Cabral-. “Si voy a escuchar a Ricky Martin, quiero oír ese éxito grande que tuvo… la vida es una fiesta ¿te acuerdas?... ¡Ah! es ‘La Vida Loca’. Bueno, y si voy a escuchar al ‘Puma’ quiero escuchar tal cosa, si voy a ver a José José quiero escuchar ‘Gavilán o Paloma’. Conmigo pasa igual”.

“Pero además, lo que yo armo en los conciertos, siempre aparecen cosas muy raras, hasta la mayoría de mis canciones aparecieron en el escenario, fueron improvisadas, así que nunca sé qué pasa, para mí se hace mucho más excitante, porque si no sería como una oficina ¿no?; sería como seguir un mapa, pero no es así”.

Para México Facundo Cabral venía programado para 14 conciertos, se extendió a 20. Luego continuará la gira por Centroamérica, Estados Unidos y Sudamérica. Y así anda, lleva 58 años sin parar, con cinco conciertos por semana, con 10 ó 15 días de descanso al año, y hasta con una década sin regresar a su natal Buenos Aires: “Tengo mucha suerte con mi trabajo, son tantos años de andar sembrando por tantos lados, que ahora llegué a esta edad muy tranquilo, muy contento porque la vida me dio mucho más de lo que yo pensaba”.

-Independientemente de la satisfacción, el éxito y el gozo por la carrera, ¿no hay cansancio?

“Yo estoy hablando de mi espíritu y mi intelecto. El esqueleto es el que ya está bastante… ¿cómo dicen ustedes?... ¿desmadreado?” –‘Madreado’, corrige el reportero- “!Madreado, esa es la palabra! Sí, está ‘madreado’, son casi 71 años, me cuesta levantarme de la silla, camino gracias a un bastón, y veo bastante poco. Pero son casi 71 años, eso lo llevo como puedo, eso sí está cansado”.

Facundo Cabral, nacido en el seno de una familia humilde, abandonado por el padre, en el puerto de Mar de la Plata, toda su existencia la ha vivido solo. Pese a los miles y miles que lo siguen en su cantar, finalmente en su intimidad sólo son él y su alma: “Me gusta la soledad, en la soledad me conozco. Yo ahora estoy hablando con usted por ejemplo, pero si estoy en el cuarto, en el escritorio, aprovecho la vista que me queda, escribo, la paso bien solo. Pero también es una soledad un poco tramposa porque yo sé que salgo y me encuentro con la gente. Es una soledad a la que yo entro y salgo cuando quiero; entonces es una soledad más grata”.

-¿No ha pensado en el retiro?

“!Eh!... no… no… no…”; como que se sorprende al reparar en ello. “No me… no me animo a pensarlo, es duro pensarlo, es muy duro. Voy a estar ahí hasta donde pueda nomás. Ni se me ocurre estar quieto en un lugar o parar, imagínese cómo va dejar uno todos los días donde voy y encuentro puro amor, puro afecto, gentileza, me regalan cosas. Imagínese para un tipo que vive solo, para mí cada concierto es un encuentro con mis amigos, va a ser muy difícil… pero ¡bueno!, que Dios me de un poco más de tiempo ¿no? Y si no, hasta aquí está bien, El es el jefe”.

* EL CONCIERTO

Una guitarra, y una mesita sobre la que descansaba una copa de vino, era toda la decoración sobre el escenario de El Foro. Así de sencilla la escenografía, destinada para un artista, un hombre, que pregona la humildad y solidaridad. El, Facundo Cabral, apareció, como siempre, pantalón y camisa de mezclilla; chamarra y lentes oscuros. Mientras que los tijuanenses que fueron a escucharlo, se vistieron de gala, color negro de preferencia, trajes y vestidos largos. “!Old people!”, expresó un joven emo que pasó y vio a tal público haciendo “cola” sobre la Avenida Revolución.

Cerca de dos mil personas acudieron -el sábado pasado- a reencontrarse con el Facundo de siempre, el de las muchas palabras y pocas canciones, las suficientes. “Antología 1960-2008” se titula la serie de conciertos que ahora emprende y que se supone concentra las canciones más entrañables de su trayectoria. Pero sólo cantó como seis, en más de una hora y media que duró su recital. Un poco más viejo, evidentemente cansado, y auxiliado de un bastón, Cabral lo que no agota son sus palabras, y así, antes de interpretar cualquier canción, habló como por media hora. La vejez que ahora vive, la cercanía a la muerte, y su agradecimiento a Dios, fueron la constante de su soliloquio.

Pasaron por ahí canciones como “Los Ejes de mi carreta”, “Vuele Bajo”, “Vida sencilla”, “Dios va contigo a todas partes” y “Un nuevo día”… cuando mucho, la gente no atina a recordar cuántas ni cuáles canciones interpretó, sólo piensan en una. Curioso fenómeno de un cantante al que su público acude más a oírlo a hablar que a cantar. Una especie de predicador, o cuando mucho pastor de cualquier congregación, que lanza su filosofía, máximas y sentencias a una torva incondicional que le aplaude todo, incluso a sus chistes malos y lugares comunes.

Anécdotas, recuerdos, relatos, vivencias familiares; Walt Whitman, Teresa de Calcuta, Atahualpa Yupanqui, Princesa Diana, Jorge Luis Borges, José Alfredo Jiménez; personajes que enriquecen su experiencia. Los argentinos, el comunismo, la globalización, los ecologistas; temas que explota para su crítica social. El juglar todo el tiempo estuvo con la mirada fija al frente, casi absorto, soltando sus discursos ya sin pausa, uno tras otro como repertorio armado de palabras y ya casi sin reparar mucho en la reacción del público, al que sabe previsible, con sus aplausos que no le remilgan.

“Sólo el que ha vivido tiene derecho a morir”, frases hechas que va soltando Facundo casi como enajenado y tal cual su público va recibiendo y festejando. Y reflexiones profundas que acaso la gente no encuentran en la frivolidad de su vida diaria, por lo que encuentran en aquel trovador su ratito de reivindicación. Los hace pensar cuando dice que “yo alcancé el más alto nivel de la felicidad, que es la paz; no hay pasión, no hay deseo, no hay conflicto…”. Y todo porque ya preparaba la despedida.

“No soy de aquí ni soy de allá”, la canción tan esperada por sus devotos, por supuesto fue dejada hasta el final. Los aplausos y ovaciones fueron nutridos, con el acompañamiento del público a media voz, que ya se daba por bien servido. No obstante, pidieron ¡otra… otra! Cuando el intérprete desapareció del escenario. La petición ni siquiera fue a gritos, sino a manera de cántico. Cabral no regresó, si ni siquiera lo hizo en el Metropolitan de la Ciudad de México. Como si no hubieran visto que ya venía cansado.

* Juan Carlos Domínguez



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