Presidente de México
Encorvado, apocado en el presidium; certero y recio ante el micrófono
LaS CaRaS de CaLDeRóN
Juan Carlos Domínguez
“¡Y no nos bajaron los pantalones!… que ya es ganancia…”, expresó un reportero de El Sol de Tijuana, apenas al ingresar a las instalaciones de la Universidad Autónoma de Baja California, (UABC) en la cobertura de lo que fue la primera visita, ya como Presidente de México, de Felipe Calderón Hinojosa.
Con el pretexto de dar a conocer los avances de lo que será el complejo habitacional “Valle de Las Palmas”, el primer mandatario visitó la entidad para reunirse con funcionarios del Gobierno Estatal y encargados del proyecto, teniendo como sede el CAR (Centro de Alto Rendimiento) de la UABC en Tijuana, que tan amargos recuerdos dejó en muchas personas, y en el gremio periodístico, tras la penúltima visita de Vicente Fox, en agosto pasado.
Calientes las protestas perredistas por aquellos días, la guardia presidencial de Fox, ya de por sí muy altanera desde siempre, en aquella ocasión implementó un dispositivo de seguridad que era difícil filtrar incluso por el mismo personal administrativo de la Universidad, ya ni se diga por los estudiantes y población en general. Las revisiones fueron exhaustivas, y no se limitaron nada más a esculcar mochilas y bolsas, sino incluso la ropa interior.
El panorama del viernes pasado en la UABC fue diametralmente opuesto; hasta desolado se apreciaba el plantel. Lo cierto es que se había adelantado el festejo del “Día del Maestro Universitario”, y no había clases. Un granito menos en el arroz, por aquello que no faltan los estudiantes revoltosos.También, a diferencia del año pasado, no había apostados en las entradas manifestantes del PRD condenando el fraude electoral. Ahora “ni sus luces” los perredistas, que incluso traen tal flojera, que hasta para nombrar a sus candidatos les ha faltado ganas.
¡Cambiaron los estilos!
Llegar hasta las instalaciones de la UABC no fue la proeza del año pasado. No se cerraron las vialidades varios kilómetros a la redonda, por lo menos no tan escandalosamente como con la visita de Fox. Cada quien pudo llegar con su automóvil fluidamente hasta el estacionamiento del CAR. Y ahí la primera sorpresa: Hasta Valet Parking. Más sorprendente aún, el servicio no solamente estaba disponible para los invitados especiales, sino también para los reporteros, que hasta muy pavoneados entregaban las llaves de su carro. Eso sí, muy propia atención, aun en medio de la terracería. Entre algunos carros, semiocultos, se apostaban algunos soldados. Silenciosos y discretos.
De forma inmediata, y aclarando la hora en que llegaría el Presidente (sólo llegó con un retraso de 10 minutos), se presentó ante la prensa Juan Carlos González Mesa, del área de Comunicación de la Presidencia. La camaradería, lo coloquial y hasta las formas “campechanas” del funcionario, sorprendieron sobremanera a los reporteros. “¡Han cambiado los estilos, carajo!... ¡Da gusto!”, exclamó la reportera de Televisa Maricarmen Flores. No lo podían creer: “Estoy gratamente sorprendida...”, expresaría una conductora de Síntesis. Pero el mayor alivio lo expresaría un reportero: “Y ya no te bajan los pantalones… que es lo mejor…”.
Aunque no faltó el escepticismo ante tanta lindura: “Pero hay que ver si dentro de 5 años no están enfadados los cabrones…”, consideró alguien de Televisa. Otra dijo: “Ya estaba esperando que me tiraran mi café”. Mientras que una reportera de Síntesis también incrédula compartía: “Yo ya me iba a venir a pie desde el canal”.
El encargado de los medios no ordenaba, invitaba; no giraba instrucciones, sugería. E invitaba a los representantes de los medios a “hacer tiempo”, en la casita de campaña provista de bocadillos, jugos y café. De vez en vez, expresaba: “Ahorita pasamos, jóvenes, no se me desesperen”. Nada que ver con los malencarados que cargaba Vicente Fox.El trayecto a las instalaciones deportivas, ya no fue el vía crucis del año pasado. Una ligera revisión a las pertenencias, y el paso por los detectores de metal, sin mayor problema.
Adentro, invitados especiales del proyecto “Valle de las Palmas”, esperaban pacientemente el arribo del Primer Mandatario y demás autoridades. Los reporteros estaban a la expectativa. El encargado de comunicación les avisaba: “Adelante se pueden acomodar, ¿eh?... no hay barreras… no se espanten”; seguramente en alusión a las famosas “jaulas” que caracterizaron la parafernalia de Vicente Fox.
Apocado su semblante, contundente su discurso
Y la comitiva apareció. Ante la robusta figura del Gobernador Eugenio Elorduy, con su infaltable camisa azul, la figura de Felipe Calderón lucía más diminuta. Venían además, el Presidente Municipal de Tijuana, Kurt Honold, y otros funcionarios del Gobierno Estatal.
Vestido con camisa azul, pantalón beige y chamarra de cuero color café; Felipe Calderón lucía, aparte de muy serio, desgarbado, encorvado, avejentado, indiferente, como distante y cansado. Una vez en presidium, en la mesa, mientras los demás hablaban, lucía apocado respecto del resto. Hablaba el gobernador y Calderón casi todo el tiempo se cubrió medio rostro con ambas manos. Kurt Honold estaba peor. Aunque algunos medios resaltaron que el Presidente lo saludó muy cordialmente, lo cierto es que todo el tiempo estuvo arrinconado e ignorado.
“Nos da mucho gusto recibirlo en Baja California”, le externó Elorduy a Calderón. Y “por no dejar”, agregó: “Y por supuesto también al Presidente Municipal de Tijuana”, ni su nombre dijo.
Ni tardo ni perezoso el Gobernador, antes de hablar del proyecto que ahí los reunía, sacó a relucir lo de los operativos contra el crimen organizado: “… le agradecemos a nombre de todos los bajacalifornianos y le reconocemos su valiosa decisión de ordenar el operativo Baja California…”. Y expuso su muy particular diagnóstico del mismo: “…para esta ciudad de Tijuana ha resultado de beneficios indudables…”. Y la presunción de lo que ni él mismo se creyó: “… con el cual, hemos venido trabajando en coordinación con su gobierno y lo seguiremos haciendo…”. Calderón se mostraba parco. Kurt Honold sólo observaba inquieto, las sillas a sus costados quedaban vacías, nadie quería sentarse a su lado.
Ya sacudida un poco la parsimonia, Felipe Calderón tomó la palabra. Y el cabizbajo personaje se transformó al tomar la palabra. Muy sonriente saludó a los bajacalifornianos. Habló de las bondades del complejo “Valle de las Palmas”, y hasta de la política de vivienda en el régimen foxista, a la que calificó de exitosa. El tema de “la ciudad sustentable” lo trató apresuradamente, y hasta se notó que no estaba enterado de los detalles: “Más vale que sea cierto lo que me contaron”. Calderón estaba ansioso, quería tocar otro tema. Claro, el de la inseguridad, y su mano férrea, aún en medio de las ejecuciones horas antes de su llegada.
Su voz se volvió más enérgica y imperativa al abordar el tema de la lucha contra el crimen organizado, e hizo derroche de frases para ocho columnas: “O actuamos ahora o perdemos a México”, “O cerramos los ojos a la realidad o dejamos que la violencia siga imperando…”, “Tijuana ha quedado sometida por la violencia…”, “Ésta será una batalla larga y difícil”, “Estamos actuando con todo el poder del Estado”.
Habló de los logros del “Operativo Baja California”, y a falta de datos más contundentes que validaran su optimismo, recurrió al asunto del decomiso de más de 205 millones de dólares que la Policía federal había incautado un día antes en la Ciudad de México.
Calderón habló fuerte y recio, cual si estuviera defendiendo aún su elección frente al “Peje”. Confirió a los tijuanenses y bajacalifornianos todos, trabajar en conjunto contra la delincuencia, en realidad la “indirecta” era para Gobernador y Alcalde, que fingieron demencia.
Y así como llegó se fue Calderón. Se le escuchó lo que se deseaba: su postura frente a la inseguridad, en un clima de logística impecable y sorprendente amabilidad del Estado Mayor Presidencial. Acto tan inusual que contentó a los reporteros y que por sí mismo les dio la nota con igualdad de importancia con respecto al contundente discurso de la batalla contra el crimen.
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