Pan y Circo
Juan Carlos Domínguez
El espectáculo más esperado llega a Tijuana. ¿De qué se trata?, pues por supuesto que estamos hablando del show de Tauros Do Brasil. Por todo un mes, desde hace como veinte años, el hipnotizador-comediante brasileño llena día a día el Teatro del Centro Cultural Tijuana. Cada temporada los mismos sketchs y montaje de siempre, pero eso sí, actualizado con las canciones y chistes de moda. Lo queremos mucho los tijuanenses y el Cecut aún más, es su mejor cliente. Ya se anuncia en la tele la nueva temporada del Hipnotizador de América, y empiezan a salivar las fauces de los concesionarios del Cecut.
Que exista ilusión es lo más bonito, mantener la… digamos… inocencia. Los chilangos son la más clara muestra de ello, y qué bueno que sus gobernantes lo entienden bien y se aplican. Por eso va que vuela para presidenciable Marcelo Ebrard. Además de llamativo y ocurrente. Primero se le ocurrió montarse él y todos sus colaboradores en bicicletas para trasladarse por las caóticas calles del Distrito Federal. Luego, le dio a los capitalinos una de las más grandes alegrías que se les pueda dar en vida: Las playas virtuales, con arena, palmeras, sombrillas y toda la cosa. Y ya, para no dejar duda de la luna de miel que toda viven el pueblo con su Jefe de Gobierno, la pista de hielo artificial. Ahora sí los defeños vivieron un invierno de verdad, para que no les cuenten, y para celebrar el arribo del año nuevo, un espectáculo tipo Disneylandia, para no creerse, y la alegría desbordada. Su amado Zócalo convertido en “Chilangos On Ice”. La mayoría no saben patinar, pero ahí están, compartiendo el suelo helado y los patines con hongos. Pero qué más da, acostumbrados a convivir más mundanamente en metros y colectivos. Los promociónales del Gobierno del Distrito Federal ya prometen que habrá muchas más sorpresas para el próximo año, porque la felicidad de la gente es lo más importante para los mandatarios perredistas.
Nos reímos porque no los entendemos, a los capitalinos. Y es que a lo mejor por ser fronterizos no vivimos igual su ilusión. Pero ¿a poco no? en todas las películas mexicanas, la muchacha pobre y la familia naca sueñan con conocer el mar, es la gran ilusión. Luego, en la vida real, siempre nos pasaba de niños –y de adultos también- que al decirle a alguien allá que eras de Tijuana, de lo primero que te preguntaban es ¿y has ido a Disneylandia? Ebrard, con todo y lo yuppie que es, sí entiende a su pueblo.
Los chilangos se pasan de veras. Muchos de ellos transcurrieron su último fin de semana del año -del viernes al lunes- haciendo cola para la obtención de un documento. El cual no se trataba del pasaporte ni una visa internacional o algo así tan atractivo o primordial. Sacrificaron la fiesta y el calor del hogar para obtener simplemente la licencia de manejar permanente. Es decir, para no tomarse la molestia de ir a revalidarla cada tres años. Esos nomás agarran monte. ¿Se puede ser más enajenado?
Golpes en el corazón y nudos en la garganta le dejan a uno ciertos spots que TV Azteca transmite ahora continuamente. Son videoclips con buena factura (fotografía, edición, musicalización) y altamente dramatizados. Verdaderas tragedias de las relaciones interpersonales, familiares y sociales; rostros desechos por el llanto, figuras destrozadas por la incomprensión, tipos enloquecidos corriendo por las calles, seres humanos entregados frenéticamente a sus afectos y obvies. Historias desgarradoras que rematan con el estribillo “porque yo amo el futbol… amo el fútbol”. Claro, la preparación para el próximo mundial. La promesa de felicidad por parte de los medios. Y el sistema. Lo peor de todo este fenómeno es que de estas generaciones de enajenados salen muchos especimenes que más tarde llegan a ocupar altos mandos tanto en el gobierno como en las organizaciones privadas de todo tipo. México tiene rumbo.
Que exista ilusión es lo más bonito, mantener la… digamos… inocencia. Los chilangos son la más clara muestra de ello, y qué bueno que sus gobernantes lo entienden bien y se aplican. Por eso va que vuela para presidenciable Marcelo Ebrard. Además de llamativo y ocurrente. Primero se le ocurrió montarse él y todos sus colaboradores en bicicletas para trasladarse por las caóticas calles del Distrito Federal. Luego, le dio a los capitalinos una de las más grandes alegrías que se les pueda dar en vida: Las playas virtuales, con arena, palmeras, sombrillas y toda la cosa. Y ya, para no dejar duda de la luna de miel que toda viven el pueblo con su Jefe de Gobierno, la pista de hielo artificial. Ahora sí los defeños vivieron un invierno de verdad, para que no les cuenten, y para celebrar el arribo del año nuevo, un espectáculo tipo Disneylandia, para no creerse, y la alegría desbordada. Su amado Zócalo convertido en “Chilangos On Ice”. La mayoría no saben patinar, pero ahí están, compartiendo el suelo helado y los patines con hongos. Pero qué más da, acostumbrados a convivir más mundanamente en metros y colectivos. Los promociónales del Gobierno del Distrito Federal ya prometen que habrá muchas más sorpresas para el próximo año, porque la felicidad de la gente es lo más importante para los mandatarios perredistas.
Nos reímos porque no los entendemos, a los capitalinos. Y es que a lo mejor por ser fronterizos no vivimos igual su ilusión. Pero ¿a poco no? en todas las películas mexicanas, la muchacha pobre y la familia naca sueñan con conocer el mar, es la gran ilusión. Luego, en la vida real, siempre nos pasaba de niños –y de adultos también- que al decirle a alguien allá que eras de Tijuana, de lo primero que te preguntaban es ¿y has ido a Disneylandia? Ebrard, con todo y lo yuppie que es, sí entiende a su pueblo.
Los chilangos se pasan de veras. Muchos de ellos transcurrieron su último fin de semana del año -del viernes al lunes- haciendo cola para la obtención de un documento. El cual no se trataba del pasaporte ni una visa internacional o algo así tan atractivo o primordial. Sacrificaron la fiesta y el calor del hogar para obtener simplemente la licencia de manejar permanente. Es decir, para no tomarse la molestia de ir a revalidarla cada tres años. Esos nomás agarran monte. ¿Se puede ser más enajenado?
Golpes en el corazón y nudos en la garganta le dejan a uno ciertos spots que TV Azteca transmite ahora continuamente. Son videoclips con buena factura (fotografía, edición, musicalización) y altamente dramatizados. Verdaderas tragedias de las relaciones interpersonales, familiares y sociales; rostros desechos por el llanto, figuras destrozadas por la incomprensión, tipos enloquecidos corriendo por las calles, seres humanos entregados frenéticamente a sus afectos y obvies. Historias desgarradoras que rematan con el estribillo “porque yo amo el futbol… amo el fútbol”. Claro, la preparación para el próximo mundial. La promesa de felicidad por parte de los medios. Y el sistema. Lo peor de todo este fenómeno es que de estas generaciones de enajenados salen muchos especimenes que más tarde llegan a ocupar altos mandos tanto en el gobierno como en las organizaciones privadas de todo tipo. México tiene rumbo.
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