Pan y Circo

Juan Carlos Domínguez

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Un mal año para la cultura fue el 2007. Quien diga lo contrario no está siendo objetivo. Bueno, no es que haya estado muy mal el panorama local del año que concluye, pero comparado con otros, resultó más bien gris, tibio e insustancial. El cambio de administraciones en los tres niveles de gobierno sumieron en la chorcha y el conformismo a muchos, por un lado; y por el otro, el “boom” tijuanense tan presumido aquí y en muchas partes hizo “¡puaf!”, se desinfló.

El Festival de la Ciudad pasó sin pena ni gloria. Lo que pudo ser una aportación más en cuanto a eventos culturales para la región, resultó un fiasco. Los organizadores obtuvieron un apoyo de un millón de pesos por parte del gobierno federal, y sin embargo muchos proyectos artísticos hubieron de ser cancelados porque no se les cubrió el presupuesto a los creadores. Por un lado se habla de que no hubo manera de comprobar gastos y no se entregaron ciertas partidas presupuestales a los organizadores. Por otra parte, también se rumora de un desvío de hasta 400 mil pesos. Lo que sea, el caso es que el evento fracasó y la prueba está que ni siquiera salieron otros “creadores” adjudicándose la idea o autoría del proyecto, que es lo primero que pasa cuando algo resulta exitoso.

Hablando de robos, este año se destacó también por los robos de obras de arte tanto en espacios oficiales como privados. Del Instituto Municipal de Arte y Cultura se llevaron una fotografía de la exposición de “Chinos”; en el Instituto de Cultura de Baja California se robaron una obra de la fotógrafa Ingrid Hernández; de un café de la zona centro se hurtaron un cuadro de la pintora Silvia Galindo. Ya en otros años, en plenas salas del Centro Cultural Tijuana –siempre tan vigiladas– se robaron una fotografía de Roberto Córdova. No hay lugar seguro. Las instituciones oficiales hacen hasta lo posible por evadirse de la culpa, y en los espacios alternativos, con más ganas.

Y para más vergüenzas, está el caso de los plagios. Por partida doble el artista José Hugo Sánchez dio la nota. Primero con cierta obra que se adjudicó a su nombre siendo ajena y que se expuso en la galería HH. Luego con otra escultura que ganó en la Bienal de Plástica de Baja California (para mayor desmérito de ese certamen) y que descubrió como propio el performancero venezolano Carlos Zerpa.

Pocas galerías decentes hay en la ciudad, y las que llegan a salir no duran. Precisamente es el caso de la Galería HH, que duró poco más de cinco años, a cargo de un matrimonio alemán (después de haber permanecido en La Paz un buen tiempo), que hacían las exposiciones y venta de arte el profesionalismo del cual se carece en nuestro entorno. Hicieron un papel digno, a pesar de que la queja constante era la falta de cultura para comprar arte de los bajacalifornianos. Los alemanes decidieron irse, además de los sinsabores de lo infructuoso del negocio, y de los “madruguetes” y vergüenza ajena por el plagio de José Hugo Sánchez, seguramente se fueron espantados de la ola violenta y hostilidad de nuestra ciudad. No lo decían pero se les veía un poco el susto. Dato curioso: un día se negaron a toda costa a ser fotografiados y publicados por la cámara de ZETA. La tendencia de muchos ahora a permanecer en el anonimato.

Al déficit cultural ya descrito, se agrega una Galería Internacional del CECUT que no tiene para cuándo concluirse; por parte del IMAC e ICBC la carencia de un plan de trabajo, por escueto que sea –luego se quejan de la falta de tiempo–; por otra parte se abren más espacios culturales alternativos que finalmente resultan intentos fatuos –en el mejor de los casos– o simples “faroles”, como bien apunta el poeta Pedro “El Cuervo” López: “nomás lucran con el arte…”. Así se va el 2007; entre fraudes, plagios, oportunistas, obras inconclusas, robos y proyectos deshonestos. Y una amenaza más: “esa mafia amorfa de la cultura”.