15.5.08


BELLY DANCE
La DanZa del Vientre


Se le ve en bares, restaurantes de comida internacional, festivales de baile, eventos culturales y, sobre todo, en talleres y academias. Es el Belly Dance o Danza del Vientre, como se le conoce genéricamente.

La también conocida como “Danza Árabe” ha cobrado un auge inaudito en los últimos años, sobre todo en Latinoamérica. Ni qué decir en México. Más aún: Baja California es la entidad que más bailarinas de esa disciplina tiene en el país, tal vez a tono con el vecino Estado de California, a su vez la región más prolífera en el mismo rubro dentro de la Unión Americana.

Si entramos a cifras, hay que apuntar que en el año 2000, Tijuana contaba con sólo dos sitios donde se impartían talleres de Danza Árabe. Hoy en día deben existir unas diez academias especializadas sólo en esa disciplina y otra decena que la han incorporado a sus clases regulares de ballet, salsa o jazz, además de impartirse en casi todos los gimnasios; esto según estimaciones de Niral Basave, instructora pionera de las Danzas Árabes en Tijuana y actual Directora del Instituto Mexicano de Cultura, Arte y Desarrollo Humano, quien las incorporó al extinto Instituto Cultural del Norte en 1999.

Basave decidió traer el Belly Dance a Tijuana a raíz de que observó la gran aceptación que la asignatura tenía en San Diego a mediados de los noventas, situación que, explica, se atribuye por un lado a la vida nocturna, el fashion, la cultura cosmopolita y la gran emigración oriental que tiene la región californiana; mientras que también le encuentra una explicación espiritual aunada a la ubicación geográfica: “Son centros energéticos súper poderosos, no es de a gratis, la Cordillera de los Andes empieza en Sudamérica y termina acá arriba. Hay leyendas indígenas que dicen que cuando el águila del norte se junte con el cóndor del sur, la humanidad se va a iluminar. Es interesante e intenso porque el Belly Dance es todo un movimiento”, refiere la maestra.

Arte milenario y multicultural

La Danza del Vientre es el más antiguo baile oriental, que combina elementos de Medio Oriente con otros de África. También se le llama “Raks Sharki” en Egipto y “Belly Dance” en Occidente. Sus remotos orígenes fluyen por distintas vertientes. Algunas teorías se basan en las danzas del antiguo Egipto, otras lo explican como baile religioso de sacerdotisas, algunas más como práctica de alumbramiento, mientras que ciertas teorías lo centran -dada su gran diseminación- en los grupos gitanos de origen hindú. Lo cierto es que en paredes de templos islámicos que datan del Siglo VII al XII, ya se aprecian imágenes de bailarinas ejecutando esa danza; al igual que se ha visto en pinturas en miniatura del arte persa. A Europa occidental empezó a llegar en los siglos XVIII y XIX, y lógicamente, arribaría más tarde a América.

Con todo este historial y aunque se le encapsule como Danza Árabe, la realidad es que se trata de un baile que engloba culturas como la egipcia, árabe, persa y europea. Así pues, puede decirse que el Belly Dance se ha permeado desde el arte de la civilización musulmana hasta el de las bailarinas mundanas actuales.

Las danzas árabes se caracterizan por sus movimientos suaves y fluidos, donde las partes del cuerpo involucradas a veces van a diferentes ritmos unas de otras. La atención se centra en la cadera y el vientre, donde se alternan movimientos lentos y rápidos, así como el pecho, los brazos, el abdomen y los pies descalzos, siempre en contacto con el suelo, ya que el Belly Dance se asocia a la naturaleza y a la esencia misma de la mujer, quien con sus vibraciones, contorsiones, golpes y pasos serpenteantes expresa lo mismo sus tristezas que sus alegrías. Por ello la mirada de la bailarina también es esencial, por lo cual el maquillaje alrededor de los ojos es imprescindible para mantener una figura hechizante. Aunque a final de cuentas, el principal instrumento es todo el cuerpo.

Un fuerte atractivo de estas danzas es justamente el vestuario exótico, el bedlah, que significa uniforme en árabe, cuyo origen data de 1930 en Egipto y que poco tiene que ver con sus más incipientes raíces y se ha ajustado más al cliché de los harenes y el género del burlesque. Las bailarinas llevan un top o sostén ajustado, adornado con monedas o cuentas, un cinturón también formado con monedas y ajustado a las caderas, pantalones o faldas largas tipo harén, ya sean lisas o en capas. Otros elementos que dan vistosidad al atuendo son el velo, el bastón y el sable, que a su vez tienen una simbología especial: la suavidad y el misterio, lo llamativo y la valentía, respectivamente.

Si la “Danza del Vientre” es de por sí bella y muy sensual, la disciplina en sí tiene sus virtudes terapéuticas, tanto a nivel físico como mental, según aprecian los expertos. Es un excelente ejercicio cardiovascular que ayuda a la flexibilidad y fuerza de las extremidades y músculos, además de que fomenta la autoestima de las mujeres. Es recomendada por los médicos como ejercicio pélvico para parturientas, o simplemente para mantenerse en forma, pues en una sesión de sesenta minutos se pueden quemar hasta 330 calorías.

Si bien el Belly Dance se aprecia fácil y no requiere los niveles de exigencia que tienen otras disciplinas dancísticas, no es tan sencillo como pareciera, pues se compone de movimientos complejos y exigentes donde el reto de la ejecutante es mantener la armonía; como si el baile fluyera naturalmente, no es nada más mover las caderas o el vientre.

Las bailarinas e instructoras más experimentadas hablan de que para alcanzar un nivel óptimo de ejecutante y poder empezar a enseñarlo a otras personas, la disciplina debe practicarse alrededor de cinco años. Se habla también de cinco niveles: en los tres primeros se enseñan los pasos de marcación, pasos de ondulación y pasos de vibración; un cuarto nivel se centra en ejercicios de piso y acrobacias; un quinto nivel se enriquece con diferentes estilos de danza tribal, sable y andaluz, así como el uso del velo, crótalos y bastón. Sobre todo, el mejor nivel que se puede llegar alcanzar depende de la bailarina, su esencia, feminidad, expresión y actitud.

Más que un boom

“¡Vacas gordas!”, “¡Tubo… Tubo!” y ¡Chido el teibol!”, fueron algunas de las frases que, relata Niral Basave, le vociferaban a sus alumnas la primera vez que se presentaron en el Festival de Danza del CECUT (Centro Cultural Tijuana): “Yo casi agarrándome a bastonazos con la gente, me tenían que subir a explicar el por qué de la danza árabe”.

En cambio ahora, todas las mujeres -y alguno que otro jovencito- desean aprenderla. En uno de los talleres impartidos por Niral, la alumna más pequeña tiene un año y medio, en tanto que la mayor, 65 años. Prueba de que el Belly Dance se ha masificado y popularizado en extremo gracias a la cultura pop y la televisión. Todas las fuentes consultadas por ZETA mencionan a la cantante Shakira o la telenovela brasileña “El Clon” como factor detonante de este boom que se ha desatado de tres años a la fecha.

“Eso sí es cierto, es muy chistoso”, corrobora Basave. “Sí, lo globalizó más”, secunda Dalia Rodríguez, quien lleva cinco años practicando este tipo de danza. “Podría decirse que Shakira hace un Belly Dance pop, desde el momento que lo agrega a sus canciones pop, pero los pasos que ella hace son efectivamente originales de la danza árabe, y son bien ejecutados”. No en balde la cantante colombiana es de origen libanés y baila desde los cuatro años de edad; no es ninguna improvisada.

Si bien las jovencitas a la que más ubican es a Shakira, otras estrellas pop también han incorporado la Danza del Vientre a sus coreografías: Beyoncé, Jessica Simpson, la extinta Aaliyah, Hilary Duff, Rihanna y Nelly Furtado.

Actualmente, en el mundo del Internet, tecleando “Belly Dance” pueden encontrarse hasta 280 mil sitios al respecto, lo que da una idea del esplendor que esta danza ha generado y que también, por lógica, se ha llegado a banalizar. Como indica Niral Basave, hay muchas bailarinas que estudian un año o dos y ya empiezan a dar clases o abren su academia, porque también esto se ha convertido en una forma fácil de ganar dinero: “Pero también es como dice la Biblia o los grandes gurús, siempre te van a surgir falsos maestros y tú debes encontrar el tuyo”.

Liza Martínez, también de las primeras instructoras de Belly Dance que surgieron en la entidad, explica el auge de la disciplina como producto de la globalización: “Es una forma de la cultura oriental, de la árabe, de pernear a Occidente, y la danza oriental es una estrategia muy buena que ellos emplearon para penetrar en la sociedad occidental”.

Además del especial atractivo que encierra y la hace diferente: “No tiene nada que ver con las demás danzas, desde la percepción cultural hasta la concepción estética, es una danza que aporta muchas cosas que no hacen las otras. Por ejemplo, en ballet clásico tienes que empezar antes de los ocho años y se deja de practicar muy joven también; la danza clásica o contemporánea son técnicas creadas y están basadas en pasos, (mientras) la danza oriental está basada en movimientos. Esa es la diferencia”.

Para Niral Basave, todo este fenómeno tiene razones más transcendentales y espirituales: “Muchas filosofías hindúes o místicas decían que iba a llegar un momento con la nueva era de acuario, en que se iba a dar el despertar de la mujer, y no es de a gratis que en esta era llegara Shakira -por ejemplo-. Quizá para despertar a la gente inconsciente que comienza a moverse por vanidad o por otra cosa, pero descubre que hay algo más espiritual o algo más profundo en la expresión del movimiento de tu cuerpo. Yo creo que el Universo ya lo tenía contemplado, porque el Belly Dance es una forma de tocar un poquito el espíritu y la mente de otras mujeres, y que vayan, a través de la danza, descubriendo su feminidad y recuperándolos. Por ejemplo, ahora todas las mujeres se hacen cesárea, y antes nada más era en casos extremos. Hoy no saben lo que es pujar con una contracción, entonces a la hora de moverse tampoco lo saben expresar…”.

La formación es, entonces, integral: “En mis clases de repente hay chicas que no pueden mover las caderas, empiezo a trabajar hacia su interior, porque a lo mejor ese movimiento de cadera no pueden hacerlo porque traen una bronca con el marido, o de autoestima; o no pueden mover los brazos porque sus pensamientos son cuadrados o lineales, o porque la sociedad les dio una educación muy limitada”.

Danza para todas

No por nada también es conocida como la “Danza del Vientre”, porque es esa parte primordialmente atractiva de la mujer, la que más relevancia tiene al momento en el que la bailarina ejecuta sus movimientos. La cosa es que, como sería imposible en otro tipo de bailes, en el Belly Dance se pueden ver vientres abultados y bailarinas que están muy lejos de la esbeltez y el prototipo estético.

De hecho en Medio Oriente, la robustez en las mujeres y bailarinas es un atractivo, como lo explica Dalia Rodríguez: “No está mal visto allá; claro que en Occidente lo ven de manera rara, dicen ‘mira una gorda bailando’, pero mientras tú te aceptes, mientras esté bien ejecutado el baile, no importa si estás gordita o flaquita, el baile es más sensual que sexual”.

Bailarina desde los ocho años de edad, Rodríguez pasó por el jazz, folclórico, clásico y haitiano; aunque encontró lo mejor en el Belly Dance: “Aprendes a conocer tu cuerpo de otra manera. Al mismo tiempo que mueves el brazo de cierta manera, mueves la cadera de otra forma y los pies de otra, y estás concentrada en cada parte de tu cuerpo aunque estén en diferentes direcciones. A la vez está transmitiendo algo, y con la música, están en armonía con todo”.

Su carácter muy incluyente y abierto, es lo que también ha popularizado mucho el Belly Dance, pues aquí encuentran desfogue aquellas mujeres que nunca podrían incorporarse a otras disciplinas dancísticas en las que la mujer debe ser delgada en exceso.

“Una de las cosas que me enamora de esta danza es que no te pide una estructura ósea o un físico determinado, como en el ballet. Puedes ser gorda, alta, chaparra, baja, flaca, jovencita, vieja; es una danza para las mujeres, es un ritual, es una danza espiritual. No tienes un parámetro, como en el ballet, que si tus huesos no miden tanto o si no eres súper delgada, no la vas a hacer”, aduce Basave.

. Más allá de la estética, una belly dancer que se precie de serlo, debe captar la esencia del baile, que se centra en los misterios del amor y la vida, en la unión de espíritu y cuerpo. “Son movimientos súper naturales de la mujer, de la coquetería, de feminidad, del amor…”, concluye.La plenitud llega con la constante búsqueda que asume aquella que ha sido conquistada por la disciplina. Es como un virus que una vez dentro del organismo, es muy difícil quitárselo. Como expresa la bailarina costarricense Anahí Moyano, que a su vez resume: “El arte del Belly Dance y su parte espiritual hace que las mujeres se vean más lindas porque se sienten más lindas”.

* JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ









2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo este articulo esta muy bien, a excepcion de no haber mencionado a las primeras alumnas de Bahira (la maestra estadounidense) que daba las clases de belly dance en ICN, de la Sra. Niral, me refiero a dos maestras bien reconocidas y pionerisimas en Tijuana:
BERENICE ZAMORANO (Shamsia) y YAZMINA ZAROD.

JC dijo...

Pues sí, intenté que fuera una nota lo más completa posible para un tema del que no soy conocedor, y la gente que contacté que sí están en ese ámbito no me comentaron de estas maestras. Lo tendré en cuenta para la próxima...