25.10.08

TIJUANA 119 ANIVERSARIO
Como Fiesta de Pueblo


Entre austeridad, falta de presupuesto y organización se desarrolló el inicio de los festejos del 119 Aniversario de la ciudad; la fiesta en el parque Teniente Guerrero fue de viejos residentes, sin pagar y sin dañar las instalaciones naturales. La gala en el Palacio de Gobierno con funcionarias-cantantes, muchos “marines” y falta de espacios… de paso, a Ramos le cantaron las mañanitas.

Llegar al Parque Teniente Guerrero fue como hacerlo a cualquier plaza de alguna ciudad del “interior” del país. Es decir, con un ambiente auténticamente provinciano. Poca iluminación, mesas modestas, gente del pueblo, venta de garnachas; una verbena popular para festejar el 119 Aniversario de Tijuana.

“Pues yo me pasé media hora sin saber por dónde entrar; nunca encontré la alfombra roja”, dijo a manera de guasa un visitante, haciendo alusión a la costumbre de los últimos tres años: Fiesta ostentosa y glamourosa donde el parque era convertido en paradisíaco jardín como de corte real.

El kiosco donde se presentó el programa artístico estaba semioscuro. Apreciar los números musicales sólo era posible para las mesas de frente.

A los lados y los costados, el amontonadero de gente. ¿Qué artistas han presentado?, preguntó el reportero a un grupo de personas. “Pues quién sabe…, ni nos hemos dado cuenta… creo que nadie”. Sólo alcanzaba a oír los ritmos de cumbias, reggaetón y música folclórica. Pero estaban contentos. Esta vez pudieron festejar a su ciudad sin pagar 300 ó 500 dólares.

La gran cena, mantelería y cubiertos de lujo, fueron sustituidos por mesas de plástico patrocinadas por alguna firma cervecera. Cada quien se encargó de llevar lonche o botanas. Y para beber, hubo puestos de refrescos, cervezas, y, para darle un ligero toque de distinción, una carpa de vinos.

Si en los tres años anteriores hubo despliegue de seguridad policíaca a los alrededores del Parque Teniente Guerrero, y hasta servicio de valet parking, esta vez las calles aledañas lucían desiertas, no había ninguna dificultad para encontrar espacios para estacionar los automóviles.

Personalidades distinguidas e invitados especiales tampoco. En su lugar, hasta acarreados llegaron. Un séquito de hombres con camisas amarillas invadió cierta zona del parque. Algunos hasta se asustaron: “Entraron como pentatlón”. Perredistas, pensaban unos; el gremio de taxistas de la línea, afirmaban otros. El caso es que estaban ahí a la fuerza, y como a la hora, después de haber cumplido, emprendieron la huida: “¡Hey, que ya estuvo!”... “¡Ya vámonos…!” No faltó el que ya le había agarrado saborcito al jolgorio y fue reprendido por su compañero: “¡Te vas a quedar clavado, cabrón!”. Aunque de repente el tipo de asistencia era indefinible, se supone que el grueso de los presentes eran las antiguas familias de Tijuana. Sobre todo aquellas que en los años anteriores no pudieron asistir porque les querían cobrar. Esta vez recobrada la organización del festejo por el grupo “Unidos por Tijuana” (antagónico de otro con nombre similar), los viejos residentes de la ciudad y vecinos del parque se sintieron reivindicados, valorados. Vamos, se sentían como niños con juguete nuevo; les regresaron su fiesta. Muy modestita, pero de ellos.

Poco antes de las diez de la noche arribó el Alcalde Jorge Ramos. Saludó a cada familia, recorrió casi todas las mesas. Y pues los asistentes más felices todavía. “Es un alcalde muy querido por el pueblo”, manifestó un antiguo tijuanense y periodista de la vieja guardia.

“¿Sabes que ha sido lo mejor?”, infirió un profesor: “La compostura de la gente”, aclaró. Pero otro compañero de mesa abundó: “Lo mejor de la noche han sido estos tipos”; se referían a un par de músicos callejeros que se arrimaron a la mesa y estuvieron interpretando un repertorio muy distinto al que salía de las maltrechas bocinas montadas en el kiosco. La música ambiental era como de fiesta de quince años. Eran las once de la noche y aún muchos no podían definir quién estaba cantando o bailando.

Casi a la media noche el bailazo se puso a todo lo que da. El Presidente Municipal Jorge Ramos bailó con las mujeres de un grupo folclórico del IMSS. Y hasta Alberto Capella, director de Seguridad Pública, le entró con ganas a la coreografía de la canción “Payaso de rodeo”, esa que va “no rompas más… mi pobre corazón…”.
A las doce de la noche en punto se entonaron “Las Mañanitas”. La maestra de ceremonias felicitó a Tijuana, y hubo aplausos. Luego se anunció que también era cumpleaños de Jorge Ramos, y los aplausos fueron más estruendosos. Al mismo tiempo tronaron juegos pirotécnicos desde el campanario de la Iglesia de San Francisco de Asís.

El Alcalde se mostró contento de estar “con la gente buena de Tijuana”. Dijo que había muchos motivos para festejar por todo lo que nos ha dado la ciudad, y recordó cómo sus padres se enamoraron en ese mismo parque. Reiteró la historia de generosidad y oportunidades que es esta tierra: “Somos gente honrada”, sentenció el edil panista.

El toque especial lo tenían los baños, ubicados a un lado de la Biblioteca Ignacio Zaragoza. Austeridad o romanticismo, pero había que entrar a tientas a los sanitarios; estaban alumbrados con velas.

Gala a medias
.
Y después del “baño de pueblo”, vino la fiesta privada, al día siguiente. En el Patio Central de Palacio Municipal se convocó a la Cena de Gala, exclusiva, tanto, que muchos funcionarios del mismo partido en el gobierno fueron relegados. “Pues a mí no me invitaron…”, dijo, como en otras ocasiones, un resentido panista afín al grupo de Francisco Vega de la Madrid.

Había mesas selectivas para miembros del PAN, no eran para todos. Pero eso sí, muchas mesas para militares “marines” de San Diego que arribaron en tropel –algunos con sus novias– y provocó la sorpresa de los asistentes. Uno que otro hasta se agitó en su asiento. El motivo: Los lazos de amistad y colaboración que el Alcalde Jorge Ramos firmó con Len Hering, Almirante de la Base Naval de San Diego.

Luego el problema fue el cupo. “Ya no tenemos mesas…”, se preocupaba una organizadora. “Andan pariendo chayotes”, reveló otro. Sin llegar a la ostentación de años anteriores, las mesas lucían “monas”, sin exageraciones, manteles morados o color naranja, un pequeño arreglo floral. Los baños, limpios como nunca, y hasta con papel sanitario y toallas.

Entre los invitados figuraron: El ex alcalde priísta René Treviño Arredondo; la locutora “La Shula” (la del “Chon”); el diputado Carlos Torres, siempre fiel a todo tipo de eventos; los funcionarios José Guadalupe Bustamante, Antonio Rosquillas; Alberto Capella, más mesurado que el día anterior; Julián Leyzaola; el ex Gobernador Alejandro González Alcocer; los panistas Rodrigo Robledo, Antonio Cano; entre otros. Además de Aída Anchondo (Grupo Unidos por Tijuana); Eligio Valencia Roque, director del periódico El Mexicano; el cronista de la ciudad Mario Ortiz Villacorta.

A las ocho de la noche puntual llegó el Presidente Jorge Ramos. Saludó mesa por mesa a cada uno de los presentes. De repente interrumpió el ritual y se dirigió de inmediato a la entrada. Fue para recibir al Gobernador del Estado José Guadalupe Osuna Millán. Juntos –así estuvieron toda la noche– conformando la mesa de honor; junto a la primera dama de Tijuana, Alicia Llanos; el Comandante de la Zona Militar, Diego Ayala Sánchez; el Cónsul General de Estados Unidos, Ronald Kramer; el Almirante Len Hering. Y mucho más tarde se adhirió el Secretario de Gobierno Francisco Blake.

Si un día anterior eran cumbias y norteñas, en la cena de gala la música ambiental la conformaba el jazz y obras para guitarra. Entregados a la plática, los asistentes poco caso hacían a la música. El guitarrista Roberto Limón, ex director de la Orquesta de Baja California, renegaba: “Pues aquí, batallando con el sonido; para variar”. Presente en años anteriores en la administración Hank, el músico agregó: “Además… está medio raro, no tiene presencia”; seguía refiriéndose al sonido, al parecer.

Las actividades de la noche se fueron cumpliendo puntualmente, a cada hora, según lo señalado. El problema eran las mesas. Escaseaban, y a punto de servir la cena, todavía los organizadores buscaban los “huequitos” donde acomodar a la gente. O de plano, de repente se veía a algún funcionario de Relaciones Públicas armando mesas o buscando manteles. El maestro de ceremonias anunciaba al micrófono que para evitar grandes dispendios los festejos para la ciudad se habían repartido en 34 eventos.

A la hora señalada, 9:15 de la noche, se empezaron a servir los alimentos. Los meseros corrían, y otros de ellos se quedaron pendientes en la mesa de honor. Hasta los cubiertos resultaban insuficientes, un mesero se “robó” el tenedor del reportero del ZETA y lo llevó a la mesa del Alcalde.

El conductor al micrófono anunció una grata sorpresa: Que Gabriela Rentería, esposa del funcionario arquitecto Jorge Gutiérrez, es una gran cantante. Y subió al escenario acompañada del trío “Ilusión” para interpretar “Ódiame”, “El andariego” y “Madrigal”; entonces sí el programa artístico llamó la atención de los comensales. La dama le dedicó una canción al primer edil: “… una rosa en tu pelo parece una estrella en el cielo…”.

Después arribó el mariachi tocando “El son de la negra”, “Cielo lindo” y el tema de moda de Vicente Fernández “Para siempre”. Emocionado, el Alcalde le pidió una bebida a la mesera, haciendo una señal con el puño cerrado como de “bien cargadito”.

A falta de Alejandro Fernández, como se había prometido, y acorde con la política de austeridad de la actual administración, para el programa musical se siguió echando mano de los funcionarios “artistas”. El turno fue para Lorena Flores, subdirectora de Enlace Internacional de la Dirección de Relaciones Públicas, “que canta como los mismísimos ángeles”. Y se robó la noche. Sorprendió a todos con su voz, el público asentía con la cabeza y le prestaban toda la atención, y a su presencia física.

La inusitada intérprete se refirió al aniversario de la ciudad, y enfatizó el doble festejo: “Esta noche tiene una particularidad muy especial: También es el cumpleaños del Señor Presidente Municipal Jorge Ramos”. Y entonó las mañanitas dedicadas a Tijuana. Y al Alcalde: “… el día en que tú naciste… nacieron todas las flores…”.

Ramos sopló para apagar las velas; los asistentes dieron cuenta del pastel, para después empezar a retirarse mientras aún cantaban los artistas “fuertes” de la noche: El Grupo Vocal Innuendo.

* JUAN CARLOS DOMINGUEZ

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