8.11.10



ORGULLOSOS DEL PIRE
Editan lujoso libro sobre las virtudes y vicisitudes del proyecto urbanístico del Ayuntamiento.

Por si quedaba alguna duda del gran orgullo que el alcalde Jorge Ramos siente por el PIRE y su necesidad de que todos los tijuanenses compartamos tal emoción, mandó a editar un lujoso libro tipo catálogo, que concentra la historia que ha tenido el proyecto. “Nuestro destino común” es el título regenteado por el historiador Manuel Acuña y el fotógrafo Julio Rodríguez.
Para estar muy “ad hoc”, el acceso al Palacio de la Cultura –lugar de la presentación– fue diseñado con boyas amarillas simulando topes, conos anaranjados, y señalamientos de tránsito con leyendas como “calle cerrada”. “Qué tal… ¿cómo estás? Ya no te encuentro, nomás te veo en los periódicos”; en plan comedido se decían Julio Rodríguez y el cronista de la ciudad Mario Ortiz Villacorta. En ese tono era la frivolidad. Entre el resto de aduladores –todos trajeados– se encontraban Óscar Genel, Eligio Valencia Roque, Gabriel Rivera, Teresa Riqué, Héctor Magaña, Luis Bustamante, Alejandro Espinoza Valle. Hasta los más críticos de la ciudad esa noche hablaban linduras del PIRE (Programa de Repavimentación de Tijuana). Al tronar de dedos de la vocera Silvia Chía, los funcionarios municipales y colados se fueron en tropel hacia la calle; llegaba Jorge Ramos escoltado con armas largas. Y empezó la larga pasarela de los protagonistas del PIRE.
Con serias dificultades para hilar el discurso, el primero en pasar al pódium fue Marcos Sarabia, director de Desarrollo Urbano. Lo que sí se le entendió muy clarito fue su agradecimiento al alcalde por “la confianza que depositó en mí”. Y a su solidaria esposa por compartirlo con Ramos: “Aquí se lo entrego…”, le diría aquélla al edil. En su turno, Francisco Manuel Pineda, subdirector del PIRE, agradeció la chamba. Y presumió 3 millones de metros cuadrados de pavimentación, “22 meses difíciles para la ciudadanía, ¡es cierto!, pero que nos darán 35 años de tranquilidad vial”. “A mí me toca la parte fría de los números”, advirtió José Ricardo Vallin, secretario de Planeación y Finanzas. Resaltó las “ganancias” del proyecto: la generación de 8 mil empleos en el ramo de la construcción, Tijuana como el Ayuntamiento con mayor capacidad crediticia en el país y, sobre todo, el hecho que con las nuevas calles de la ciudad “ya no se dañan las pantallas de plasma en sus traslados”. Curándose en salud, el cronista de la ciudad Mario Ortiz Villacorta, anunció antes de empezar su perorata: “En mi humilde columna yo nunca avalé ni desaprobé el proyecto”. Recitó de nuevo datos y cifras. Luego, se voló la barda con el halago: “Es una obra editorial como nunca se había realizado”. Más aún: “El PIRE trasciende en el tiempo y en el espacio”.
El testimonial de entusiastas apenas iba a medio camino. El autor del texto “Nuestro destino común”, Manuel Acuña, lanzó la pregunta: “¿Es el PIRE una obra necesaria para la ciudad”. Y prometió no decir más que la pura verdad; aunque le pagaron por hacer el libro. “No es un ejercicio de propaganda”, “No es una cursi nota rosa del ejercicio del deber”. Y los elogios de rigor. Dijo que era un documental, una memoria sobre jóvenes constructores y administradores de un proyecto –léase Jorge Ramos y séquito de funcionarios–. Largo rato se tomó Acuña en presentar sus credenciales como historiador, otro tanto en lanzar reflexiones filosóficas en torno al programa de repavimentación, y más aún para enumerar las virtudes de cada uno de los involucrados en el proyecto del PIRE, que por un momento pareció más que estaba hablando de los mismísimos “niños héroes”. Por parte del Banco de Desarrollo de América Latina –los que “soltaron” el dinero– habló su presidente, Carlos Carranza Correl: “Deben estar orgullosos, no cualquier ayuntamiento invierte tanto en infraestructura”. Jaime Elizondo, presidente de CEMEX, como buen fuereño que llega y brinca rápido a San Diego, compartió su algarabía: “¡Ya no existen baches en Tijuana!”.
Jorge Ramos, el gran artífice del PIRE, cerró la ceremonia. De entrada, pidió perdón por lo largo de las intervenciones: “Debe ser cansado escuchar tantos testimonios”. Y simpático lanzó un “Disculpen las molestias” –parafraseando las advertencias de las calles en obras–, lo que provocó las risas del “respetable”. Agradeció a las esposas de sus funcionarios: “Por tres años me los robé”. Luego, un largo y denso suspiro: “¡Por dónde empezar…!”. Refirió que fue un proyecto que inició con polémica. En tono apesadumbrado repitió una y otra vez “¡cómo explicar el PIRE en una entrevista de 20 segundos en televisión!”. Por eso respetó el ya evidente cansancio de la concurrencia: “Hoy profundizo, y lo hago con la firmeza del amor que tengo por mi ciudad”. Y entonces se refirió a las mil virtudes de su proyecto, y a las mil vicisitudes que tuvo que pasar. Ejemplificó: “Con lo que los tijuanense nos ahorraremos de gasolina se paga de sobra el PIRE”. Afirmó que no fue su afán de ego, que sufrió, que le batalló, como parir un hijo; “¡y parir duele!”. Remató: “¡Tijuana dejó de ser la mala noticia nacional!”. De repente ligó el tema de la seguridad pública y la eficiencia de Julián Leyzaola. Ya para entonces la gente no escuchaba. “¿Pire?... ¿de pirados?”, preguntó una dama.

Juan Carlos Domínguez

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