21.7.10


Ante el peso de la derrota, muchos panistas no quieren festejo.
Torres: El gran ausente.

LAS FIESTAS DE RAMOS:
PARA IR DICIENDO ADIÒS...


En Cena privada: Solemne y romántico

“¡Claro que hay por qué festejar!”; pronunció de entrada Jorge Ramos, el todavía alcalde de Tijuana, durante la bienvenida a la cena privada por el 121 aniversario de la ciudad. Fresca la noticia de que se van los panistas, la fiesta no lució con los mismos ánimos de años anteriores. Como siempre, el edil se refirió a Tijuana como “una mujer hermosa… pero también rejega y renegada…”. Vaya, como si se estuviera despidiendo de su pareja, recordando alegrías y sinsabores, pero sin rencores.
La cena con velas y vinos se celebró en los jardines de Palacio Municipal, con valet parking y el simulacro de pasarela en alfombra roja aunque sólo era un pasillo de vil cemento. Por ahí llegaban los invitados de “rigurosa etiqueta”. De un lado los faroles y el glamour, y frente a ello, las casas de campaña y paredes de cartón de los ciudadanos que están protestando por la tala de árboles para construir un zócalo. Bajo esos mismos árboles, los invitados –empresarios, comerciantes, patrocinadores, y muy pocos funcionarios panistas– disfrutaron el menú de tres tiempos. Aunque las bebidas se acabaron temprano.
Pasaron bajo el reflector, el siempre sonriente senador Alejandro González Alcocer y su esposa Rosalba Magallón. Con paso cansino y melancólico por “lo que el viento –o la elección– se llevó” llegó Leonardo Fernández Aceves, pues si alguien la sentía segura para quedar en la próxima administración, era precisamente él, pues lo acomodaron en la “planilla de unidad” para ser el síndico procurador con cualquiera de los panistas que resultara candidato.
También apareció el diputado Juan Manuel Gastélum Buenrostro que jugueteaba con Enrique “Kiki” Méndez, secretario de gobierno del Ayuntamiento. Otros legisladores como Edna Pérez, Gloria Loza, Óscar Martínez, Antonio Cano. Más invitados: Ruth Hernández, el director del CECUT Virgilio Muñoz, el empresario Fernando Otáñez, el cronista de la ciudad Mario Ortiz Villacorta, Miguel Ángel Badiola –director de Relaciones Públicas en la administración de Hank Rhon–, el secretario de seguridad Julián Leyzaola, el delegado de La Mesa David Vázquez; y el único candidato a diputado del PAN que ganó las elecciones: Ricardo Magaña: “Y nadie creía en mí”, comentó con sonrisota. El resto de los contendientes ni asomaron la nariz. El gran ausente fue Carlos Torres, candidato perdedor del PAN a la alcaldía, se aclaró que sí lo invitaron, pero no confirmó: “Y esta fiesta finalmente era para él”, comentó un comensal. Al próximo alcalde priísta Carlos Bustamante, también se le invitó, pero disculpó su ausencia por “motivos de agenda”. Mientras sonaba una buena selección de melodías a cargo de Tiko`s Big Jazz Band, los asistentes movían el bigote con gallinita de guinea en salsa de tomatillo y ensalada de lechuga orejona cambray con aderezo de chile seco; entre otras exquisiteces servidas a discreción.
Por la retaguardia llegaron los invitados principales. Le “sacaron” pasar por donde están los ambientalistas protestando. Hasta allá corrieron los reporteros y fotógrafos, en la semioscuridad de los jardines que dan al ICBC, para recibir al alcalde Jorge Ramos, el gobernador José Guadalupe Osuna Millán y a Francisco Blake Mora, todavía en su calidad de secretario de gobierno. Ellos conformaron el cuadro de honor a la hora del protocolo. Las primeras palabras del alcalde fueron para agradecerle al gobernador –primero que a nadie– y después a empresarios, artistas y grupos sociales. Resaltó la importancia de “mostrarle a Tijuana un poquito de cariño, por todo lo que nos ha dado” –se refería a los tijuanenses en general–. Aprovechó para hacerle publicidad a los eventos que en las próximas semanas se desarrollarán en el marco del Bicentenario. Enfatizó los motivos para seguirle a la fiesta: “Sí, hay todavía algunas adversidades…, pero también avances importantes”. Y repitió los orgullos tijuaneros: Javier Bátiz, Julieta Venegas, deportistas destacados, la cuna del boxeo nacional, la OBC –parecía Carlos Torres en campaña.
El gobernador por su parte pronunció lo que parecía una más de sus ruedas de prensa: “Esta fiesta no se hubiera podido celebrar al aire libre en otros años, en otras partes…”, todo para resaltar la labor del ejército vigilando la entidad. Confortado con una decena de guaruras alrededor, más otros tantos para el alcalde, y con el airecillo fresco que esa noche sacudía las hojas de la decenas de árboles que viven sus últimos momentos; el gobernador no pudo evitar exhalar tranquilidad y satisfacción por la gestión panista: “El clima de paz ha ido ganando terreno”.
De repente el semblante de Ramos se puso serio, no se diga el de Blake y el de Osuna Millán. Ramos se refirió a las elecciones en las que perdió el PAN, se refirió a los resultados como una “señal importante” y que “respetaremos la expresión de los tijuanenses, para entregar el Ayuntamiento de una manera armoniosa, respetuosa y con acceso a la información”. El ambiente bohemio de la velada lo inspiró y Ramos desinhibió: “Estuve reflexionando estos días… ¿lo digo o no lo digo?... ¡Bueno!, lo diré. Y se empeñó en referirse a Tijuana como a su mujer –aunque temporal–: “Me tocó bailar el vals con ella tres años… defenderla… cuidarla”. Y la cruda realidad. “Ahora me tocará soltarla… y lo haré con mucho gusto…”. Se soltaron los aplausos. Aduladores los asistentes, desganados los funcionarios. Y para colmo: la fiesta terminó con música de mariachis vestidos de rojo.

En el parque: Populachero y bailador

Y al día siguiente el baño de pueblo. Jorge Ramos le entró al baile y se quedó hasta la medianoche al estilo José Alfredo Jiménez, con tequila y mariachi para cantarle “las Mañanitas” a Tijuana en el Parque Teniente Guerrero.
El panista que le queda poco como edil se dejó querer por los que fueron a cantarle a Tijuana, y de paso también a él, pues la fecha coincide con su cumpleaños. Contrario a los días habituales en ese parque, esa noche ni un malandro se pudo ver, la policía desde temprano despejó el área para el beneplácito y la comodidad del alcalde. Patrullas resguardaban la zona, incluso los policías daban vueltas al parque exhibiendo sus armas largas. Limpio el lugar, ahora sí, el presidente municipal pudo disfrutar de lo que tanto presume, que Tijuana es de los que aquí viven y no de los delincuentes.
El público que desde temprano empezó la fiesta sin la presencia de Ramos fue puro viejito vivaracho, baile y baile; el ambiente lo hicieron ellos; sacudían el cuerpo y zapateaban, unos consiguieron pareja y otros –ni modo– siguieron solitos. En el quiosco del parque se instaló sonido y luces; abajo algunas mesas y sillas; el suelo como pista de baile. Y no más. El ayuntamiento no se puso nada espléndido, el festejo fue mera austeridad. Comida y bebidas corrieron a la cuenta de quien los pudieran pagar. Un día antes el alcalde encabezó un festejo colmado de gala; allí, en el Teniente Guerrero, fue la populachera fiesta para el pueblo. Cualquier evento de campaña panista o del candidato derrotado Carlos Torres, tuvo más desparrame para las fiestas en comparación con éste, que el mismo Ramos calificó como “el más emotivo que puede tener un alcalde”.
Entre los asistentes ni un panista ni funcionario del ayuntamiento –nomás los que le siguen y atienden al edil en todos sus menesteres–. Cuando arribó el alcalde el bailongo estaba en su mero punto, sonaba la cumbia de Juana la cubana: “Háganle una rueda a Juana… porque ya empezó a bailar…”, y la “rueda” se la hicieron pero a Jorge Ramos y no para que bailara sino entre sus guardaespaldas y sus varios asistentes para abrirle paso. Ramos se tomó la “cortesía” de saludar de mano y beso a todas las doñitas presentes, con apretón de manos a los hombres; lo mismo acariciaba en la mejilla a niñas, las cargaba, despeinaba con su mano a los niños, y se fotografiaba con todos. Así anduvo entre sus adeptos, con una sonrisa discreta, con aires de fama, todo un “paladín”. Algunas señoras conquistadas por la “galantería” de Ramos se le abalanzaban para replegársele como si fuera su nieto. En lo que saludó a todos –la mayoría señitos grandes– lo aparatoso de su llegada por tanto guarura se olvidó. El presidente tomó el micrófono y sin hacer alusión a la derrota electoral de su partido recibió al mariachi entonando “Las Mañanitas”. Luego del discurso que poco conmovió prendieron las velitas del pastel. Ramos se acomodó para la foto al lado de su esposa y acercó su boca para apagarlas. Quedó colorado de tanto soplar. Al instante, tronaron fuegos artificiales como verbena de pueblo. Los guaruras del presidente, ciscados volteaban a todos lados como si fuera una balacera. Pronto acomodaron al alcalde y a su esposa en una mesa frente al sonido. Pidieron de beber, tequila y cerveza para él, vino tinto para la primera dama. Le llenaron la mesa de botanas y comida. Con el mariachi tocando, un niño quiso cantarle al presidente; pidió la de “Yo soy el aventurero” –su gusto es– que va “me gustan las altas y las chaparritas, solteras y viudas y divorciaditas… ”. Y la mesa presidencial se divertía al ver el show.
Después de un tequila, Jorge Ramos hasta mostró sus dotes de bailarín, dos chicas lo jalaron a que bailara, él no se hizo del rogar y fue a menear el cuerpo. Su esposa fue la que de plano no quiso, no cumplió ni con el protocolo. Ramos le pidió que lo acompañara y la primera dama se negó. Ni hablar. Resignado, fue al centro de la “pista” a moverse con la música y a posar para las cámaras. Ramos la hizo de todo, incluso de filántropo. Después de que le sirvieran prácticamente un bufet en su mesa, el presidente, “consciente del hambre”, mandó llamar a unos niños que recogían entre las mesas botes de aluminio. “¿Ya comiste?”, le preguntó al más grande de los hermanitos. La respuesta fue obvia. Entonces el alcalde prácticamente se quitó el taco de la boca para alimentar a los niños pobres de Tijuana. Algunos se dieron cuenta de la tierna escena. Otros ni se la creyeron.
Y así Ramos le cantó sus últimas mañanitas a Tijuana como jefe de jefes de la ciudad, la próxima vez lo hará como un tijuanenses más. Por lo pronto lució como todo un “sencillo” pero efectivo alcalde; bailarín y bohemio.

(Juan Carlos Domínguez/Isai Lara)


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